Hector Adrian Montes Cervantes

Dos Dedos en el Corazón 2

~~La fiesta.
Erguidas y ufanas, desde el marco de la puerta miraban departir a los asistentes a la desencajada fiesta, la sonrisa malévola y retorcida de Izzie observa con fascinación los desenfrenados actos, que incluso rayaban en lo impúdico, envueltos por la música estridente, que en un arrítmico compas eufórico invitaba a la desinhibición, entregándose a la anarquía, Izzie tomo por un breve instante la mano de Pamela que jadeando respiraba agitada, mirando sin ver el entorno.
–¿¡Quieres bailar!?
Se escuchó un joven con la voz disminuida por el atronador ruido de los altavoces, al enfocar sesgada a Izzie un chico tomaba a Pamela por el antebrazo y que con un gesto similar a la alegría impulsaba a su a amiga a la improvisada pista de baile, y sin pensarlo mucho Pamela simplemente se dejó llevar a un delirante conjunto de jóvenes que en convulsivas piruetas giraban y brincaban al ritmo absurdo de lo que insistían en llamar música.
–¿!Bailas!?
Se escuchó una voz difusa que esta vez se dirigía a Izzie, y que le estiraba la mano con una sonrisa amable y tranquila, pero Izzie al contrario de su amiga no espero a ser dirigida, fundiéndose de inmediato en la multitud, contorsionándose y girando el cuerpo mientras reía, sintiendo la plenitud de la vida, gozando minuto a minuto de sí misma.


Capítulo 2.
Izzie abrió los ojos violentamente mirando con desesperación su entorno, al reconocer la biblioteca y escuchar los murmullos indiferentes se tranquiliza, pasando al sopor de la resaca moral, y se despereza arqueando la espalda asía tras, cerrando los ojos, y girando la cabeza pasando de un hombro a otro, ya aliviada mira su reloj, y entra en la cuenta que ha estado dormida mas de una hora, normalmente Pamela y su esquizofrénica plática la mantienen despierta, pero no tenía ni idea de donde se había metido ese día, apenas salieron de clase se despidió y se hizo humo, eso le disgustaba, y mas cuando ella tendría que hacer toda la tarea, mal humorada y todavía medio adormilada se quitó la diadema café y la puso sobre la mesa, en tanto, a tras pies rascaba dentro de su bolso, absorta y lejana a la realidad, escuchó sin oír el movimiento de una silla junto a ella.
–Finalmente te despiertas.
Oyó una vos masculina, que no reconoció de inmediato, pero la obligó a dirigirle la mirada, la voz acompañada de una sonrisa divertida la miraba con detenimiento, trasluciendo cinismo.
–¿Qué quieres?
Repuso ella sacando un espejo del bolso, mirándose mecánicamente, sin dejar escapar ninguna emoción, ignorando descaradamente a su interlocutor.
–¿Eres Lisie no?, soy Rene.
Ella lo miró de reojo sin mas ademan que una ligera negativa.
–Izzie, –contestó mientras se acomodaba las pestañas acercándose al espejo –me llamo Izzie.
Sin retirar la malicia de la sonrisa, el chico la mira con algo de extrañeza, pero sin retroceder un ápice en su intento, retoma y observando de un lado a otro agrega con un tono de suspicacia.
–¿Y tu amiga?
La pregunta provoca una mirada llena de ira en Izzie, que una vez mas se obstina, y con lo que parece un profundo menosprecio responde sin ver al chico.
–No lo sé –y con el mismo desprecio se alisa el pelo, intentando ponerse la diadema –pero en cuanto la vea le diré que la buscas.
El admirado de la reacción de Izzie encogió las cejas, y con algo de indignación en la voz respondió inmediatamente.
–¡No!, en realidad me da gusto que no esté aquí.
Una vez mas Izzie lo vio sin una expresión, pero inquisitiva, él a su vez, si se pudiera, con mas ánimo, miró y sonrió.
–¿Qué quieres?
Preguntó Izzie, con tono severo pero sin pasión, que por sí mismo denotaba rabia, él sonrió una vez mas, en una mescla irónica de malicia y condescendencia.
–Por lo pronto hacer el trabajo de historia contigo.
Ella con algo de recato sin perder la compostura relajo el mentón, sin perderle de vista inquirió en tono de fastidio.
–¿Qué?
Fue entonces que se percató, él tenía algunos papeles arrugados y desparpajados entre las manos, los puso sobre la mesa, y con algo de timidez los acercó a Izzie arrastrándolos hacia ella, Izzie los observó por un par de segundos, en una férrea terquedad sin reflejar ninguna emoción, después con la misma vacuidad lo miró a él interrogándolo.
–Es lo que llevo del trabajo –dijo en tono de disculpa mientras sonreía complacido –podrías... –se interrumpió mientras torcía el ceño tratando de producir lástima –quizá… ayudarme.
En un gesto natural en ella, abrió los ojos sorprendida, y en un tono molesto replico oscamente.
–¿Yo?
–Eres buena –replicó sin chistar –todos sabemos que tus calificaciones son de las mas altas.
Ella reparó por un segundo contemplando los papeles, mientras él la miraba con insistencia, presionando a una respuesta, finalmente ella se levantó, alzando el cuello con altivez, sin mirarle y haciendo a un lado los papeles, y con calma empezó a acomodar sus cuadernos.
–Por favor –dijo suplicando –solo revisa el trabajo yo lo paso a limpio.
Ella una vez mas dirigió una escueta mirada a el trabajo, rastreando las hojas con petulancia, después dirigió sus ojos por un par de segundos a él, y continuó arreglando sus libretas organizando he introduciéndolos en la mochila, él en un acto que pareció desesperado, justo al momento en que ella tomo una pluma él le tomo la mano, en un reflejo que pareció involuntario ella la retiró, él se sorprendió de la reacción pero también le pareció natural, finalmente ella terminó de guardar sus cosas, y sin decir palabra se dispuso a irse.
–Por favor –dijo él al momento de ver su espalda –quédate.
Ella permaneció de espaldas inmóvil por un largo segundo con la mochila al hombro, y la cabeza ligeramente inclinada hacia abajo, súbitamente suspiró, volteó acercó la silla y dejó la mochila en la mesa, no dijo nada, no lo miró, no hizo ni si quiera el intento por sonreír, simplemente tomó los papeles y los empezó a leer, y tras unos instantes le alzó la vista y de frente le clavó los ojos.
–Dame un lápiz y pon atención, aquí te falta un periodo.
Él sonrió y bajó la vista a lo que ella señalaba mientras extraía un lápiz de su mochila, las palabras y los gestos se entrelazaron lentamente, y apoco, él con aire desenfadado daba opinión mientras, trazaba anotaciones, recopilaba libros rastreando en los anaqueles de la biblioteca y apartaba selectivamente las hojas en los libros, recapitulando y releyendo una y otra vez los apuntes que ella hacia sin mas pudor sobre las hojas arrugadas, con un ritmo frenético lleno de entusiasmo se empezaron a consumir los minutos, y apoco las horas, y no fue hasta que un lento zumbido se deslizó entre la pausa para detallar una nota, que se dieron cuenta que sus únicos compañeros eran los balastros de las luminarias de la biblioteca, y que abrían pasado la tarde sin probar alimento, y mientras el escribía retomando las páginas del libro, ella lo miró con paciencia, sus ojos avellana serios y lejanos rastreaban con cuidado los detalles de las anotaciones que hacia él.
–¿Tienes hambre?
Dijo él sin levantar la vista y releyendo sus apuntes, sincronizándose, señalando con un dedo en un lado de una mano y escribiendo con la otra mano, al escucharlo ella se enderezó ligeramente y miró su reloj.
–No.
Respondió secamente sin variar el tono indiferente, y se levantó acomodando otra vez su diadema, mientras guardaba los pocos accesorios que había dispuesto para trabajar.
–¿Te vas?
Ella lo escuchó indiferente y volteo a la puerta de salida por un instante, casi en un movimiento mecánico se sentó, y consultó de nuevo su reloj, al hacerlo una leve sonrisa llena de malicia se asomó y por primera vez lo vio a los ojos.
–Si.
En realidad no supo si él dijo algo mas, salió tan rápido como pudo sin correr abriéndose paso entre los mesa bancos y porta libros esquivando los pocos alumnos, así en un soplo de vida abrió las puertas de la biblioteca sintiendo aire fresco limpio en su rostro, por un segundo la sensación la detuvo, y sin saber porque sintió alivio, una vez mas la sonrisa llena de malicia la invadió, y con paso mesurado y firme se dirigió a la zona que en un acuerdo tácito se consideraba vedada, pues era para alumnos de los últimos grados, los alumnos menores solo podían soñar en usar esas instalaciones, sin embargo adjunto, en un pequeño inmueble, había cursos para educación extracurricular, fuera en su atrio, había un par de bancas, los alumnos de todos los grados se mesclaban, sin importar sexo ni posición económica, ahí sentadas dos alumnas eran rodeadas por un trio de chicos, que con evidente lascivia retozaban cortejando a las dos jóvenes, Izzie de inmediato reconoció a una de las jóvenes, se acercó lenta buscando hacer pública su presencia, poniéndose apenas a unos pasos del compacto grupo, ahí parada apartada pero omnipresente fue objeto de las miradas del pequeño grupo, Pamela en medio de una sonrisa sentada al centro, la vio, su felicidad pareció completarse al ver a Izzie, pero su amiga lejos de acercarse he integrarse al grupo, la miró primero a ella con furia, después a cada uno de los integrantes que no comprendían, Izzie detuvo la mirada en un cuarto joven sentado junto a su amiga, que con la mirada entristecida y lejana miraba a Pamela, que se levantaba y se acercaba a Izzie para atraerla, con una sonrisa pletórica y limpia, pero Izzie apenas sintió la mano de Pamela en su brazo se jaló impidiendo que se acercara, Izzie lanzó una mirada llena de dolor y furia a Pamela, que respondió viéndola con desconcierto.
–Izzie –dijo estirando las silabas mientras daba un paso atrás –¿qué es…?
Pero tan solo eso pudo decir, Izzie se dio la vuelta, al hacerlo tropezó con un bulto que en medio de su ira le pareció una persona, lo empujó con furia sin detenerse a escuchar o dar disculpas, y corrió, en una huida frenética cada vez mas rápido, sintiendo la desesperación y el dolor apoderarse de su ser, escuchando lejanamente las voces de su entorno como gemidos dolorosos, viendo con terror borrosos los rostros deformes que pasaban a su lado despejando el paso y distanciándose, sumergiéndola zancada a zancada en una delirante pesadilla, donde la existencia se detenía y se convertía en miedo y odio, aplastándola con todo su peso, sofocándola hasta la asfixia.
Al retornar a al mundo en una precaria calma Izzie se encontró sentada en una parada de trasporte público, ya había oscurecido, ya no lloraba y podía escuchar el sonido del viento, y un incesante siseo cada que un automóvil pasaba junto a ella, comprendió que había llovido, pero por alguna razón ella permanecía seca, mas allá de su periferia inmediata a unos pasos una pareja se besaba con ardorosa pasión, se dio cuenta que estaba a unas pocas calles de su casa, así que decidió caminar lentamente, disfrutando del aire fresco, relajándose y casi gozando del momento, las calles semivacías se encontraban ausentes a su presencia que además era cotidiana en el vecindario.
–¡Izzie!
Al escuchar su nombre apenas y reaccionó, no quería saber quién la llamaba, solo quería llegar tan rápido como se pudiera a su casa y a su cama, pero súbitamente sintió el abraso casi doloroso, la ansiedad y fuerza eran tal que sentía su cuerpo sacudirse como un muñeco de trapo.
–Pamela –dijo jadeando mientras su rostro enrojecido buscaba un poco de aire –me sofocas.
Pamela con la mirada desorbitada, y hecha una furia embravecida la tomo de los hombros mientras la sacudía rastreando su cuerpo como buscando heridas o daños.
–¿Dónde estabas?, ¡te envié mil mensajes y te busque asta bajo las piedras!, ¡saliste como una loca!
Izzie mareada, medio aletargada por el llanto y la sorpresa alzo los brazos, y se liberó de un golpe de Pamela.
–¡Discutí! –dijo gritando y dando un paso atrás –discutí –agregó en medio de un suspiro con mas calma –con mamá.
Pamela le dio una sonrisa apática de tristeza, y comprendió que eso no era ni lejanamente la verdad, pero una vez mas supo que presionarla no era opción, Izzie que apenas y podía sostener la mirada taciturna a de su amiga, sonrió para sí y con una voz tímida atino a decir avergonzada.
–¿Cómo una loca?
–Si –contestó Pamela un poco humillada –me asusté no sabía qué hacer.
–¿Qué haces aquí? –pregunta Izzie mientras se acomoda el suéter –ya es tarde.
Pamela pícara, contestó mirando de reojo la puerta de Izzie.
–Sí, bien, pensé que vendrías a tu casa tarde o temprano.
Izzie alzó la vista y miró a Pamela aterrada.
–No hay nadie tu mamá no ha llegado.
Al oirlo tomo una precaria calma pero entristecida y adusta no sejaba la vista a la puerta de la casa.
–Así que ¿te inscribiste a francés?
Replico Izzie en un tono áspero.
–¡Si! –contestó Pamela –no entiendo una palabra pero es divertidísimo.
Izzie la miró atenta sonriendo levemente, mientras escuchaba a su amiga recitar los eventos del día como si nada hubiera pasado, al tiempo que alzaba las manos y balbuceaba palabras incoherentes en francés, compara un muchacho guapo, con uno simpático, con uno inteligente.
–… pero hay uno, ¡wow!, que es todo, tan fuerte, con una mirada tierna, pero es tan reservado, no habla con nadie, se llama Joshua, ¿Por qué no te inscribes?, estamos a tiempo.
Izzie que no perdió palabra sonrió con alegría amarga y la miró con desenfado mientras negaba ligeramente con la cabeza.
–¡Ya!, tu mamá no tiene dinero.
Agregó Pamela cabizbaja, viendo a Izzie, sintiendo la culpa por no poder llevarla, pero Izzie sonrió con burla mientras la tomaba de la mano.
–Solo no dejes de ser mi amiga.
Pamela rio con tristeza mientras niega con la cabeza.
–No no no, pero… –se detuvo al tiempo de un suspiro –no desaparezcas de nuevo.
Izzie se puso dos dedos en el pecho, se irguió ligeramente y replico con parsimonia.
–Promesa.
Pamela la miró con alegría coqueta, poniendo también dos dedos en el pecho y repitió letra a letra.
–Promesa.
Durante unos instantes se entrelazaron en una sonrisa de sincera felicidad, inesperadamente Pamela bajó la vista regresándola inmediatamente a rostro incrédulo de Izzie, igualmente en una inesperada reacción Izzie se tocó la cabeza y objetó con dulzura.
–¿Mi diadema? –dijo mientras en un rápido movimiento la extraía de la mochila –está aquí.
–No –contesto Pamela mientras sonreía avergonzada –tengo un primo, trabaja en el gobierno –agregó arrastrando las palabras temblorosa –no te lo había dicho porque no estoy segura –y mientras la miraba suspiró tomando valor para decirlo –quizá él pueda rastrear el número.

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Published on e-Stories.org on 02/05/2015.

 
 

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