Sergio Lubel

La cuna de madera

-Si oficial es mi ahijado, tápelo por favor.

 

El viejo vació la caja de las “pertenencias personales” sobre el catre. Tardó un par de horas en encontrar el papel que traería claridad a los hechos y una sombría nube de impotencia a su alma:

 

Querido Padrino,

 

Supongo que te debo y te dejo una explicación. Quiero pedirte disculpas por todo lo que - probablemente - estés pasando por mi culpa. Las cosas sucedieron mas o menos así:

.

-Felicitaciones !. Están embarazados.

 

Salí de la clínica mientras una mezcla de alegría y miedo subían por mi espalda...Una cosa es ser hijo, es fácil, pero ser padre o madre es otra cosa: Ni todos nuestros diplomas juntos nos ayudarían en esto. Una abogada y un ingeniero. Quizás preparar una defensa o diseñar un dispositivo electrónico, Pero cambiar pañales o dar siempre las respuestas correctas...

 
  • Y debido a las condiciones de salud de la señorita …. la corte autoriza la aplicación del Artículo Ochenta y Seis, Párrafo segundo, Inciso Tercero del Código Penal de la Nación…

 

Lo único que entendí fue: “Interrupción justificada de embarazo”.

 

Giré mi cabeza buscando sus ojos porque no quería entender que pasaba. …. fue siempre una muchacha sana y fuerte; entonces el odio me trajo la respuesta: La sonrisa cómplice entre ella y el doctor de la compañía de seguros donde trabajaba...El certificado médico...

 

-Tienes que entender. Me dijo. Recién hace un par de años me recibí, me molestaría en el trabajo, no podemos tenerlo ahora…

 

Sentí que estaba tratando con Osama Bin Laden la existencia de Israel.

 

-Decime. Repliqué. Y si estuviéramos hablando de nuestro hijo en vez de tu futuro laboral ? A lo mejor yo también tuve participación en eso. Y ese doctorcito, se perdió la lección del juramento Hipocrático ?.

 

No hizo falta mucho mas, a las dos horas - valijas en mano - anunció que me dejaba, que no podía estar con alguien que no le permitía progresar en la vida y que me llamaría para ir al juzgado a oír la sentencia.

 

Sentado en una silla plástica, en una oficina que parecía hecha para torturar claustrofóbicos, escuché como la pluma de ganso se deslizaba sobre un pergamino, presagiando una pena capital y marcando el ritmo de la escritura, retumbaban en mis oídos los redobles que anuncian una ejecución.

Al fin, el martillo del juez, implacable, selló con un golpe el último clavo del ataúd de mi hijo...

 

Ya había empezado a juntar las herramientas para hacerte la mecedora de madera, el caballo de juguete,  ya había empezado a buscar un segundo trabajo, hasta volví a afinar la guitarra para cantarte las primeras canciones de cuna…

 

Cuando la enfermera se llevó la mitad de mi corazón ya sin vida envuelto en esa gasa, lo único que quise escuchar fue mi propio Réquiem.

 

Tuve tiempo de verte en la pantalla y de escuchar tus latidos en la sala de ecografía, cuando la vida había empezado a fluir por vos, esos latidos que nunca, nunca más me abandonarán.

 

Mil veces pasó por mi mente el hacerla pagar a ella y a ese doctor amigo suyo por aquel asesinato químico, pero no puedo, que el destino se encargue de las represalias...El sabe de eso.

 

Ya se me acabaron las lágrimas; siento esa calma que precede a los viajes largos...Quiero que me perdones: sé que lo que voy a hacer está prohibido e incluso va contra lo que te hubiese enseñado, pero ya nada me ata a este mundo, ¡Ni siquiera tengo una tumba donde ir a rezarte!.


El gusto a aceite del arma es amargo, pero no tanto como mi propia amargura; los instrumentos de muerte no saben de amigos o enemigos Ya puedo escuchar como la bala se desliza suavemente dentro de la recámara y el gatillo cede a mi dedo…

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Published on e-Stories.org on 06/11/2015.

 
 

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