Marcelo Vicentini

La bestia, la Luna y el telescopio

“Ciencia que estudia la estructura y la composición de los astros, su localización y las leyes de sus movimientos.”
 
Eso es la Astronomía según las enciclopedias
 
Para él,  solo era agarrar el telescopio en las noches claras y tratar de detectar que planeta era cual, cual era Venus, aunque  esa era fácil, muy  fácil, después de las 6 de la tarde hasta sin aparatos se la veía claramente. Luego los demás objetos celestes que observaba y luego contrastaba con las explicaciones que venían detalladas en el  pequeño manual de instrucciones que traía el Tele.
 
A  medida que pasaban los días, por las noches, antes de irse a dormir, se sentaba como máximo una hora, hora y cuarto, frente a su ventana del 1er piso, montaba el telescopio, y hacia foco en los distintos planetas y estrellas que iba encontrando, sin lógica alguna en la selección.
 
Desde luego, la Luna era su favorita. Blanca, brillante, con sus sombras de gris que en realidad no eran más que cráteres, depresiones y mares en su superficie.
 
La luna, con su mágico encanto lo fascinaba. El baño de plata que derramaba sobre todo a la vista desde su ventana,  ¡En esas noches de total claridad era inigualable!
 
Noche tras noche, comenzó a observar la Luna solamente, analizaba cada uno  de sus montes, computadora a su lado por las dudas y trataba de adivinar como sería su lado oscuro, del cual ya había visto fotografías tomadas por los rusos en el 59. Se trata de la cara de la luna que queda oculta a la vista humana.
 
Imaginaba como sería pisar esa superficie.
 
Cierta noche de luna llena, tal vez la más hermosa, concentrado en su observación desde su ventana, desde el rincón del ojo libre, le pareció ver un movimiento en un tejado de su manzana. Quitó la  vista del telescopio, focalizó como pudo, su  vista estaba algo cansada, pues hacia ya más de 40 minutos que estaba utilizando su telescopio. Y a lo lejos, más de media manzana tal vez, llegó a adivinar el contorno de una figura animalesca, o así lo intuyó. Una especie  de  felino o Dios sabe que. Estaba allí sentada o agazapada sobre un gran tanque de agua, y le pareció que hacia exactamente lo mismo que el:
 
Miraba la luna.
 
 De repente, la figura pareció  girar bruscamente su cabeza y mirar fijamente a hacia su ventana. El quedó instintivamente petrificado.
  
-“¿Me vio? ¿Es a mi a quien mira?”
 
Con una mano, alcanzó a accionar el switch de su velador y así, dejar la habitación a oscuras. Pero era muy tarde.
 
La figura giró hacia su casa y de un salto bajo del tanque a una terraza. La perdió de vista en la oscuridad entonces. Seguía inmóvil con una mano  aún en el caño de su telescopio. De repente, hacia su izquierda, percibió otro movimiento en una terraza lindera con la calle y allí giró su cabeza con un movimiento nervioso. Entonces, con absoluta  y total certeza, esta vez estaba seguro, no había error,  lo vio y era algo fuera de lo normal. Demasiado grande para ser un gato o incluso un  puma, había casos de grandes felinos escapados de las casas de los despreciables dueños que los crían como mascotas de pequeños para luego no saber que hacer con ellos cuando crecen. No señor, ningún  gato o puma o león. Ningún felino podía pararse en dos patas como lo hacía ahora esta bestia, ni moverse con tal velocidad.
Por unos momentos que parecieron interminables, sus ojos se clavaron en los de la bestia, Y tuvo miedo,
 
El farol de la calle lindera, ayudaba a delinear parte de la figura de este ser. Era grande, muy grande, como agazapado, de fuertes y robustos brazos, respiraba jadeando continuamente y hasta le pareció que, en medio del silencio de la noche, emitía una especie de sonido como si fuera el ronroneo de un gato, pero gutural y mucho más grave. Y lo peor: Tenía una especie de hocico o mandíbulas  que claramente asemejaban las de un animal. Y sus orejas eran pequeñas y en punta. Sus ojos, tal como los  de un gato, brillaban con  el reflejo del farol de la calle.
 
El terror invadió al chico, solo restaba menos de un cuarto de manzana entre su ventana y “eso”.
 
La bestia  se agazapo y pareció tomar impulso en dirección a su  casa.
 
En el último segundo, antes de saltar, algo llamo la atención de ese monstruo desde la calle. Giró su cabeza, volvió a mirar la ventana del chico, quien para ese entonces estaba totalmente petrificado por el terror.
 
El ser entonces, de un salto agilísimo, se dirigió hacia las casa que lindaban con la calle del costado de la manzana. Y desapareció de la vista.

 El chico, duro del miedo, permaneció  así varios minutos, mano siempre en el telescopio, que para entonces estaba prácticamente abollado en la zona donde su mano se cerraba. Hasta que  se convenció, y ya habían pasado unos 15 minutos, que “eso” ya no estaba cerca.
 
Para entonces, serían ya, más de las doce y a la mañana siguiente tenía colegio.
 
Absolutamente aterrorizado y confundido, solo atino a meterse en su cama, taparse hasta las orejas  y clavar su vista en la ventana de su cuarto, atento al más mínimo movimiento.
 
Hasta que finalmente, entre la quietud de la noche y el sueño, se le fueron cerrando sus ojos y cayo dormido.
 
La claridad de la mañana de Noviembre, fue filtrándose de a poco por entre los postigos de la ventana y llenando el cuarto de luz.
 
Se levantó de repente. Miró su reloj, parecía que recién se había acostado, se restregó los ojos, se cambio, paso por el baño y bajo a desayunar.
 
Como todos los días, tenía en la mesa su café con leche y sus tostadas.
 
Prendió el televisor y buscó las noticias.
 
Nada nuevo, los resultados del futbol del día anterior, los embotellamientos en los accesos, el robo o asalto en algún lugar de la ciudad. Nada fuera de lo común. Respiró aliviado. ¿Lo había soñado todo?
 
Y no pudo ver mucho más pues se hacía tarde ya.
 
Apuró su última tostada. Se lavo los dientes, y subió al auto de su padre. Como de costumbre. Y como de costumbre, la maldita  barrera del barrio estaba baja. Parecía que el guardabarrera disfrutaba desde su cabina en altura, de las cuadras y cuadras de tráfico detenido que se generaba, bajando la barrera con una desmedida anticipación, o eso le parecía.
 
De repente, divisó al diariero del kiosko de la barrera que se, movía entre los autos, ofreciendo el periódico de la mañana. De repente, este hombre con tranquilidad, vociferando su venta, se fue acercando al vehiculo que estaba inmediatamente a su derecha,  pues el conductor, que había bajado su ventana, le había hecho una seña a tal fin. Mientras entregaba la copia  del diario al conductor vecino, con la cabeza apoyada en la ventana del auto de su padre, su vista  se fijó en la valija o como se llame el morral donde el diariero lleva consigo las copias que venderá en el semáforo o barrera.
 
De repente, recaló en los titulares de la tapa de diario:
  
“Nuevo plan de incentivación del consumo”  anunciado por el Gobierno, “Empate con sabor a derrota” rezaba la sección deportiva, comentando seguro el  desventajoso resultado del principal equipo de futbol."
 
Y luego, inmediatamente debajo, vio algo que le helo la sangre:
 
 “Encuentran cuerpo destrozado en Villa Zahurque ayer por la noche en la zona cercana al parque. Se sospecha de algún animal  escapado. Ya trabaja la Policía con Zoonosis y gente del ZOO de la cuidad”

FIN

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Published on e-Stories.org on 07/08/2015.

 
 

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