Jordi Martínez Mey

El legado añejo



Eran altas horas de la madrugada, el amanecer de un amenazante día gris haría su aparición en escasas horas. Irónicamente, me despertó la alegre melodía de llamada de mi móvil, contesté rápidamente sin parar atención en su emisario.

Es la hora, apresúrate a venir-me anunció una voz entristecida.

No respondí, simplemente salté de la cama y me vestí con las primeras prendas que encontré por la habitación, mientras el pánico me hacía su presa. Sabía de qué se trataba, tarde o temprano debía llegar el momento.
Llegué a casa de mis abuelos en escasos minutos. Pagué al taxista, ofreciéndole ocho euros extras de propina para evitar perder tiempo con el cambio y entré apresuradamente en el edificio. Encontré a gran parte de mi familia reunida en el salón, una vieja estancia que evocaba en mi mente algunos de los mejores momentos que viví en mi infancia, un lugar que significaba la estrecha unión que manteníamos todos los miembros de la familia.
Sin mediar palabra con nadie, irrumpí en la habitación de matrimonio de la vivienda. Allí me encontré a mi abuela, quien después de brindarle un dulce beso en los labios a su marido salió de la sala, no sin antes reconfortarme con un abrazo que logró desgarrarme el alma.
Me acerqué al lecho y abracé al apocado anciano, quien a pesar de todo el dolor que debía estar sufriendo tuvo las suficientes fuerzas y coraje para regalarme la sonrisa más sincera y cálida de mi corta existencia.

Abuelo, ya estoy aquí, gracias por esperarme-dije entrecortadamente¸ mientras las lágrimas inútilmente reprimidas salían a escena.
Hija mía, si lloras hazlo de felicidad…Tengo que pedirte algo que solo tú puedes llevar a cabo. A cambio de tu ayuda te haré un regalo que jamás olvidarás.

En aquel momento, lo único que me vino a la mente fue que aquel anciano me rogaría que cuidara de mi abuela cuando él nos dejase, quien después de cincuenta años de matrimonio tendría que afrontar la dura realidad de perder a su alma gemela.


Claro abuelo, cualquier cosa que tú necesites.
Tengo que contarte una historia personal, algo que jamás he compartido con nadie y que ni siquiera he sido capaz de reconocer yo mismo, pero ahora que la temida y certera muerte va a conseguir darme caza es hora de ser sincero y justo conmigo mismo.
Soy todo oídos-respondí dubitativa. 
Gracias hija, seré breve:

 
“Durante mi infancia y adolescencia conocí  a muchas personas, unas pasaban de puntillas por mi vida; otras ni siquiera se paraban; algunas se aprovechaban de mi buena fe, pero por suerte un reducido número se hizo un hueco junto a mi lado. Disfruté de una fantástica época hacia la adultez junto a mi familia y esas grandes personas que iba encontrando en mi camino.
 
 Fue entonces, con veintitrés años recién cumplidos, cuando el destino puso a tu querida abuela en mi vida, una chica recién llegada a la ciudad. Rápidamente, quedé prendado de su belleza y su carismática personalidad, nos enamoramos perdidamente y solo un año después de conocernos pasamos por el altar. Era feliz junto a ella, me hacía sentir el hombre más especial del mundo,  a su lado la vida estallaba en un sinfín de colores, texturas, olores...
 
Los años pasaron y volvió a cruzarse en mi camino una chica con quien compartí algunos de mis mejores momentos y vivencias de juventud. Nos veíamos a escondidas, solo para conversar, durante muchas tardes a lo largo de todo un verano, y rememorábamos antiguas aventuras y batallas. Reíamos juntos sin parar, en cada ocasión el atardecer llegaba con más celeridad, muchos días desee detener el tiempo y hacer de aquel ocaso algo eterno para ambos. Al final de aquella estación, en contra de nuestros sentimientos, decidimos que lo mejor era dejar de vernos, yo tenía mujer y ella se encontraba comprometida. Jamás volvimos a vernos, siempre traté de negarme a mí mismo que estaba perdidamente enamorado de aquella vieja compañera y decidí tratar de ser feliz junto a tu abuela, algo que he conseguido, por supuesto. A pesar de todo, aunque mi cobardía no me haya dejado admitirlo, nunca he sido capaz de olvidarla…Han sido muchas madrugadas pensando en ella, miles de momentos de soledad junto a una fotografía suya, incontables ocasiones disfrutando de su aroma impregnado en una vieja postal dedicada…
 
Creo que ahora, a pesar de las circunstancias, es momento de ser valiente y afrontar mis sentimientos. Voy a darte una carta escrita de mi puño y letra, elaborada aún cuando mi enfermedad me respetaba, y necesito que se la hagas llegar a esa vieja conocida, a ese amor que jamás logré consumar. Ella tiene derecho a saberlo, aunque quizá me haya olvidado por completo, y yo merezco seguir lo que dicta mi corazón aunque sea como última voluntad”
 

Abuelo, no sé qué decirte, es precioso-dije compungida (Yo quería mucho a mi abuela pero los sentimientos son algo que no se deben contener)
No tienes que decir nada cariño, simplemente hazlo…-expresó mi abuelo con voz apagada.
Por supuesto, cumpliré tu voluntad, pero antes me has dicho que tenías algo para mí, ¿verdad?-pregunté curiosa.
Cierto es querida, no es algo material, es una cosa mucho más valiosa, una lección que he aprendido con el misterio que es caminar por la vida.
Te escucho abuelo-le susurré, mientras le abrazaba.
Aprovecha cada segundo como si fuese el último y independientemente de cuál sea tu situación, si acabas enamorándote perdidamente de alguien sigue tus sentimientos y no esperes, como este pobre viejo, a que el verdugo inmisericorde te obligue a hacer balanza de tu ciclo vital. "El destino de dos seres llamados a amarse no debe reprimirse, deja que el corazón guie tus acciones pues cuando este se detiene no queda más que resignarse a una muerte en vida".

Después de aquellas sabias palabras sentí que algo se rompía en mil pedazos en mis adentros…Mi abuelo nos dejó en aquel instante, pero me proporcionó algo muy valioso, un legado que había estado reprimido durante décadas y merecía ser traspasado a su destinataria. 

All rights belong to its author. It was published on e-Stories.org by demand of Jordi Martínez Mey.
Published on e-Stories.org on 09/06/2015.

 
 

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