Juan Carlos González Martín

La huída

Toe buscaba como loco un sitio para mear. Tras recorrer un pasillo enorme, como de
hospital, prueba en una de las habitaciones para ver si hay retrete.
En cuanto entra por la puerta, una tenue oscuridad le rodea y consigue ver, al frente, una
habitación que parece ser lo que está buscando. Según se aproxima, ve a su derecha lo
que parece ser una cama, y a alguien subiendo a ella forzosamente. Parece ser uno de
esos sacos de carne que pululan por ahí, pero bastante arrugado.
-¡Confirmado, estoy en un hospital¡- Piensa Toe mientras se va sacando la chorra para
hacer el pis.
Esa habitación le produce grima. Se percata de que a su izquierda hay una habitación
mucho más amplia, con mas camas pertenecientes a mas sacos de carne. Dios, quiere
mear lo más rápido posible para largarse de ahí.
Cuando vuelve al pasillo, le alcanza corriendo Elisa y, cogiéndole del brazo, tira de el,
para marcharse a toda prisa.
Un depredador humano anda suelto por ahí, y percibe movimientos rápidos. Toe y Elisa
tienen todas las papeletas para que vaya a por ellos, ya que el resto de humanos son
como zombies en el matadero esperando la muerte.
Llegan a una sala que parece ser un quirófano y deciden descansar un rato mientras
piensan que como salir de allí, entre susurros y jadeos.
Han recorrido pasillo tras pasillo, los cuales parecen todos iguales. Ese hospital es como
un laberinto y parece moverse a voluntad para no dejarlos salir.
Notan una presencia en la sala y un ruido que no provienen de ninguno de los dos.
Miran y se dan cuenta de que hay un individuo haciendo quién sabe que, dedicándose a
sus cometidos, ignorando la presencia de ellos dos, con su bata de médico y mascarilla
incluida, sin poner, colgando de la pechera. No saben si no los ha visto o si es que
simplemente pasa.
De pronto, un tipo entra por la puerta, corpulento, decidido.
Como un leopardo a un ciervo, coge al trabajador por el cuello y, mientras lo estrangula
con una mano, con la otra, en la que tiene un cuchillo, le raja el cuello de lado a lado y
mientras el pobre desgraciado se desangra, le inca el cuchillo en el pecho repetidas
veces.
Toe y Eli, con la boca abierta, contemplan. Les tiemblan las piernas. No pueden
moverse, pero, cuando ven que si no corren pueden ser los siguientes, echan chispas de
allí, cual dos cohetes en fiestas.
El tío ese, todavía con el de la bata entre sus brazos, ya muerto, se queda quieto y se
parte de risa.
Después de dar muchas vueltas por ese infinito laberinto, dan con una salida. Según
salen van mirando para atrás, pero de repente tienen que esquivar una camilla con un
herido muy grabe, y los enfermeros corriendo a la par, uno con el suero en mano
levantada y el otro intentando que no se duerma el herido.
Una vez en la calle, suspiran aliviados, casi seguros ya de que están a salvo.
-¡Joder, pero es que este hospital está en otro mundo o que¡- piensa Toe mientras
buscan un sitio seguro en el que esconderse.

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Published on e-Stories.org on 03/01/2011.

 
 

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