Roberto Noriega

POR DEBAJO DE OTRA PIEL / Prólogo

PROLOGO

 
Salí de la noche para encontrarme con el frio, temblando anduve como loco rosando las esquinas y manchándome con la obscuridad cada vez que me acercaba a aquel edificio.
Subí las escaleras después de romper el seguro de la puerta, no me oyó nadie en todos los veinticinco pisos que avancé hasta llegar a la cornisa y pararme al borde de la misma.
El olor más profundo que se inhala solo a veces empieza a emerger de la tierra, enredándose en mis piernas y arañando mi pantalón, advirtiéndome, halándome hacia el.
Pero estoy tan extasiado que el miedo solo bombea mi corazón con más y más adrenalina cada vez que lo huelo, preparándome para arrancar, para dar esos dos pasos al infinito.
Por fin un enfermo tendrá su propia cura, prefiero eso a ser aislado sin opción a ceder a mis manos y ser devorado por mi único mal silencio.
Con tanta obstrucción tal vez cambiaria de  parecer, tratarían que mire hacia otro lado, que tome un rumbo distinto. Que tontos, no saben ni por qué quieren encontrarme, se odian tanto que sus propios ojos los engañan todo el tiempo.
Bueno, esa no es una opción para mí, un millón de veces prefiero dejarme caer, tal vez se abra el piso y siga cayendo hasta que me duela sin tocar nada, hundiéndome para siempre.
Hay que averiguarlo, si me retraso más puede que estén sobre mi sombra y me agarren antes de que ni el viento me pueda sostener.
Después de un suspiro que siento ha sido el más placentero estaré listo, la cornisa esta tan cerca que parezco una gárgola aferrada con sus garras al concreto, esperando la obscuridad y la luna toque apenas mí cabeza para salir disparado hacia el firmamento.
Excelente, me siento descargado de toda culpa, me siento tan liviano que caeré como una pluma o un cabello de Venus.
Si recordara todos los hechos que me han traído hasta aquí estaría mucho mejor.
Todo sería más perfecto, de uno en uno repetiría cada siniestro, pero hay tantas cosas en mi  cabeza que a veces esos actos son aborrecidos, si recordara solo uno, el primero podría ser el más indicado.
Ya recuerdo, esa tarde, apenas tenia diez y  tuve mi primera polución, solo con una mirada, sí. Desde mi patio lleno de lodo y piedras vi entrar en una casa a la mujer más sensual que en el momento pudiese aparecer, conquistaba solo con su sombra.
Me miró desde su pórtico, cerró los ojos y sin darme cuenta entró. Tarde varios segundos para darme cuenta de que lo que contemplaba era solo su esencia, su hedor.
Después que entró seguí jugando en la tierra hasta que cerré mis ojos para pestañear y ya no los pude abrir después.
Sentí como me desvanecía poco a poco, desmayándome por primera vez, no tenía idea del por qué de mi sueño repentino.
De la nada abrí los ojos y estaba en una barra con dos hombres a mi derecha que hablaban de algo pero para mi era solo un ruido, por más que quería no los entendía. Frente a mi reposaba un vaso transparente con mucho hielo, podía olerlo sin ni si quiera acercarme, era tan envolvente.
Pasó un rato y todo dejó de importarme, ingresó un hombre y directamente se sentó donde el barman lo tenía cerca, justo a mi izquierda. Pidió ron, encendió un cigarro y respiraba.
Parecía que quería escupir algo, miraba con tanta fuerza que hubiera podido romper el vidrio si lo seguía mirando.
Tenía demasiado miedo pero mis ojos y cabeza voltearon directamente hacia los suyos, quería cambiar de dirección pero sentía que mi seño se fruncía más y más cada segundo que lo miraba, hasta que, volteó a verme.
Me odió desde que hicimos contacto visual, en el bar hacía calor pero nos congelábamos el uno al otro solo con la mirada, duramos así mucho tiempo hasta que alguien llegó para saludarle. Ni siquiera pude ver para donde se fue, todo pasaba sin  que yo quisiera o me diera cuenta.
Me tomé ese vaso helado y amargo y salí a la calle, apenas abrí la puerta trasera del bar ahí estaba; de espaldas, inconfundible a mi vista. En menos de un segundo lo había empujado y lo estaba golpeando en la cara, yo solo miraba desde adentro, que locura.
Me detuve luego que el charco de sangre tocó mis rodillas sobre el suelo, todo se hizo color rojo y negro, un temblor en mí me sacudió por unos segundos hasta que de nuevo perdí la conciencia.
Abrí los ojos nuevamente, ya no sabía quién era ni estaba seguro de donde estar.
Era la realidad, un sueño, o que solo comenzaba mi esquizofrenia.
Acostado en la tierra de mi patio me quedé horas y horas babeando contra mí, aturdido por aquella fantasía, contemplándolo todo, vaya firmamento.
Hasta que un grito femenino opacó toda concentración mía, tanto así que me levanté en un movimiento, aquella deliciosa mujer de la casa de junto agonizaba, lloraba de tristeza.
Los vecinos uno a uno salían diciéndose preocupados hacia ella, bola de curiosos, buitres del morbo.
Pasó la media noche y la gente entraba, la mayoría de negro, no era tan niño como para no darme cuenta que había muerto alguien. Esperé a que se fueran todos y justo cuando casi cerraba la puerta toqué el timbre. Salió, me miró con amargura y me dijo; qué quieres niño.
Le dije que sabía lo sucedido y me dijera quien de su familia había muerto.
Otra vez me miró y de inmediato captó mi insolencia, lo sentí enseguida pero permanecí firme esperando mi respuesta  hasta que movió esos labios tan carnosos y dulces como una mora para decirme; mi novio. Casi por reflejo mi boca sonrió, se dio cuenta de la dicha que me causó su desgracia y hasta el suelo se sacudió por su calosfrió.
Casi victorioso iba a salir tranquilo sabiendo que nadie la tocaría esa noche y tal vez ninguna otra más. Pero a menos de un paso y dar la vuelta para salir, se estrelló contra mí la fotografía de ella con él.
Fantasma  de mi sueño que se escapa hacia la realidad para aturdirme y crear un demente más. No, no era tan fácil, ese rostro, era él.
Pero cómo iba a ser ese hombre que asesinó mi subconsciente en un desmayo, en un sueño.
Traté de engañarme pero sabía que era el mismo, no tenía para que preguntarle como murió si yo lo sabía todo, cuantos golpes exactamente en qué lugar y como lo dejé.
Aturdido abandoné la casa balanceándome para sostenerme, vomitando lo poco que había comido, parecía un ebrio buscando una cama en la calle o en una vereda, me sentía tan estimulado que quería entrar de nuevo recostarla en el sillón y besarla toda la noche, pero todavía no, tenía que controlar esa extraña situación que me ocurrió, si es que se volvía a repetir, había que estar seguro.
Cuando el sol comenzó a quemar mi cara desperté,  abrí los ojos para darme cuenta de que dormí hasta el otro día. Debió haber sido las once,  pero estaba curado de ese mal estar proporcionado. Caminaba con seriedad y una cierta dicha que no comprendía a la misma vez.                                                                  
Después de levantarme deambulaba  sin pensar a donde ir, a mi casa no, no tenía nada que hacer ahí, todo estaba aquí fuera y solo tenía que moverme
Me sentía una evolución mejorada, una creación fuera de todos los dogmas  que ha tenido la humanidad, deseaba que se volviese a repetir. Después de caminar hasta la noche llegué a un barrio que conocía solo de vista, había pasado menos de tres veces  por en  frente nada más. Solo con llegar tuve hambre enseguida, me moría de sed y la fiesta estaba repleta de vino, cerveza y licor, se notaba que la mayoría de la gente bebía todo el tiempo, pero con el más delicioso gusto que haya por ello. Disfrutaban el vino  igual que como lo hacían al besar, había cientos de féminas revoloteando por la pasarela, era un desfile de labios de mujer  bailando para ser besados, envolviéndose entre ellos. Sumergiéndonos divinamente para embriagarnos con su boca, se sentía el aroma que la brisa dejaba en todo lado después que las acariciaba lentamente soplando sus mejillas. Dejaban su sabor en el aire, como lo dije, era un desfile de pasión.
Tomé una botella  de la primera mesa que encontré mientras escuchaba la música y disfrutaba del espectáculo de las diosas, abrí el recipiente y el olor se metió  por mi nariz tan profundo que lo huelo cada vez que pienso en una botella de vino, que delicia. No sé que vino fue pero lo disfruté de trago en trago, todo un manjar para mis sentidos del gusto y del olfato.
Miraba de un lado al otro para ver una figura diferente que resalte mi vista, aunque todas eran afroditas encarnadas, quería danzar y tocarlas sintiendo  sus formas por mi cuerpo hasta consumarnos entre nosotros  y caer sobre una boca para morir besándola. Estaba enamorado de aquellas mujeres, aun que no pude hacer nada de eso porque había quedado ebrio a lado de esa mesa, fue como un sueño vivido.
Después  de darme cuenta que cuando agaché la cabeza perdí la conciencia un par de horas, tomé un poco de aire y me levanté de  ese mueble de  madera para seguir  caminando, mis ojos  sentían que querían mirarlo todo.
Aun seguía la fiesta, pero yo simplemente  quería ser un espectador. Entre eso me llamó la atención un sillón tacho de un color rojo muy sofocante, seguí mirando el alrededor, en mi botella había sobrado algo y me lo tomaba pausadamente hasta que sin querer miré otra vez hacia aquel sillón y casi de inmediato se volteó  para dejarme ver lo que contenía.
Era  divina, sensual y la más sublime mujer que había contemplado, casi enloquezco  ese momento, me derretía solo mirándome sin querer, pero tenía que estar calmado si por lo menos quería mirarla de cerca y saber a que huele esa delicia de fruta exótica, era una selva.
Luego de tanto vino y tanto deleite para mi sentido de la vista de nuevo tenia sueño, me acomodé donde pude para echarme por un momento o hasta que me despertase de aquella hipnosis provocada por dicha mujer y del encanto del vino.
Mientras me dormía lentamente la veía irse dejando un claro rastro fucsia que le tocaba toda la piel, hasta el instante en que perdí la conciencia y me desmayé la pude oler plenamente, quede impregnado de su perfume.
No sé si pasó un rato o mucho tiempo cuando sentí que despertaba, tenía sabor a licor, a vómito y a algunos labios recorridos. En el momento que abrí los ojos el cielo azul me tranquilizó y la brisa que hacia lo hizo mucho más relajante, que placer.
No pensaba en nada más que las nubes y darles una nueva forma hasta que me toqué la mano izquierda y llevaba un reloj y un anillo con una letra M en alto relieve, confundido me miraba diferente, con ropa, cosas distintas, no era yo, otra vez no era yo.
Dándome cuenta de lo tranquilo que estuve y ya conociendo la situación esa confusión se desvaneció conforme me movía ligeramente por el césped, ya no me sentía agredido o asustado como la primera vez. Daba pasos enormes, lo sentía, era más grande, tal vez de treinta. Parecía que hubiese venido de un funeral por el traje que estaba puesto pero, mientras yo pensaba en esas cosas de nuevo había sucedido sin que yo me diera cuenta. Estaba por un lugar diferente metiendo mis manos en la pileta del jardín para remojar mi cara, en el reflejo del agua quise mirarle el rostro pero no pude, metía las manos seguidamente y la imagen no se distinguía. No pasó demasiado tiempo para que me dirigiera hacia un auto, mientras me acomodaba las mangas de la camisa y me alisaba la chaqueta sentí un bulto a un costado del torso. Una vez adentro del auto me coloqué unos guantes, saqué las llaves y conduje en línea recta. A través  de sus ojos veía por segunda vez la perspectiva de otra persona pero sin ningún control sobre ella, luego de más o menos una hora de recorrido pasé por la entrada de aquel barrio que me sorprendió tanto y acogió la noche anterior.
Casi podía ver el mismo sillón tacho y rojo que presencié con anterioridad desde el cuerpo de niño, porque en ese estado las cosas las percibía diferentes.
El auto se detuvo y miraba por el espejo, algunas de las mujeres que me habían enamorado con su baile la noche anterior pasaban claramente con el aroma del amor en todo su cuerpo, seguían extasiadas por el fuego de la noche y era demasiado erótico presenciarlas, dejé de mirar todo eso para arrancar el auto y llevarlo muy suavemente por el borde de la calle, claramente buscaba algo o alguien ya que miraba para todos lados.
Pasó demasiado tiempo para que deje de buscar tranquilo en el vehículo, bajarme y caminar un poco en dirección a lo que quedaba de la recepción nocturna. Tranquilo daba vueltas alrededor del lugar, de aquí para allá buscando debajo de las mesas, levantando manteles y en lugares que parecían escondrijos, eso me hizo pensar. En menos de haberlo visto me había agachado y recogido la misma botella que bebí en el baile, al lado de la mesa de madera donde me embriagué y después me fui, tal parecía que estaba siguiendo a alguien en el cuerpo de otro, bah.
No saber qué buscaba me volvía loco y llenaba de miedo al mismo tiempo, quería despertar ya de todo eso. El envase de vino ya vacío se deslizó por mis dedos y cayó rompiéndose a mis pies.
Sentía que después de eso caminaba con cierta decisión hacia una casa con una puerta de madera, y de mi costado saqué ese bulto que ignoré al darme cuenta que lo llevaba desde el principio. Era una pistola; delgada, sutil y muy fina a la vista, con silenciador y todo, especulé que era de juguete pero era ridículo pensar que un hombre tan serio como en el que estaba  yo atrapado la tuviera. En poco menos de cinco segundos había disparado la cerradura y abierto la puerta con todo el sigilo posible, se notaba que cada movimiento lo hacia pensándolo mucho antes de ejecutarlo, puesto que me deslizaba por la casa como un gato y sabia donde ir ya que había algunas personas semidesnudas paseando por la sala, la cocina y todo lado pero ninguno me vio. Poco tiempo estuve en la posición de infiltrado había  llegado a la habitación por la cual estaba en esa casa. Apenas el pequeño espacio que dejó la puerta me bastó para ver a un hombre desnudo que se levantaba en dirección al baño, aquel  entró y cerró la puerta.
En cuclillas me dirigí a la cama donde estaba una mujer acostada de espaldas hacia mí, esa silueta parecía las montañas de algún paraíso y su cabello se mesclaba con las sabanas blancas tan sensualmente que parecía recién pintada sobre un lienzo fresco. Después de contemplar esa musa me puse de pie y me senté a lado de donde ella descansaba, estaba excitado por que no sabía que iba a suceder hasta que mi mano la sacudió lo suficiente para que se despertara dándose la vuelta y mostrándome el rostro de la mujer que me volvió loco cuando la vi en ese sillón rojo. La misma que imaginaba algún día seria mía de alguna manera, ahí estaba, mirándome tan impresionada como yo, se quedó muda e inmóvil por mi aterradora presencia. Yo no le quería hacer daño, al contrario, quería besarla pero no controlaba las acciones, mi límite era observar.
Sin temblar y pensarlo dos veces estaba apuntándole a la frente con esa maravilla de arma tan profesional, en sus ojos se veía el miedo y también alcancé a mirar el reflejo de lo que parecía ser mi mentón. Ahí estaba mi boca riéndose, no sé por qué.
El diminuto silbido de la bala atravesando su cráneo lanzó su cabeza hacia atrás, recostándola casi como me la había encontrado al llegar. Porqué la maté, mejor dicho, por qué la mató. Desgraciado, quería despertar y salir ya de el para buscarle y asesinarle yo mismo, fue lo que pensaba esos momentos.
Después de eso salí como si nada, aun que yo estaba realmente atónito por el homicidio, él proseguía de una manera horriblemente fría y calculada. Abandonó la casa tan rápido que no fue necesario salir escondido.
A pocos metros del auto en el que había llegado me desmoroné y sentía que por fin regresaba a mí mismo. Mi esencia se desprendía de aquel tipo conforme mi vista se iba obscureciendo, ahora parecía atravesar un túnel que daba vueltas incontables en espiral hasta llegar a la salida. Cuando logré despertar y cerciorarme que ya era yo realmente sacudí mi cabeza para tratar de ubicarme un poco, me sorprendió y luego me alivió la ausencia de ese desagradable y tan poco placentero mal estar que me dejó el primer siniestro después de despertar.
Me levante lúcido y como si nada hubiese pasado. Ya no estaba cerca de lo que fue la gran fiesta, tampoco era de día y no tenía idea de en donde yacía.
La obscuridad me dejó claro que tenía que acurrucarme donde pudiese para pasar lo que quedaba de la noche.
Recostado trataba de hacerme una idea de qué buscaba y, por qué asesinó a la mujer que me cautivó tanto, por qué justo a ella. Tal vez sabe cómo es que empezó. Pensé que eso fue una advertencia.
No quería tener solo una conclusión de los actos a sí que tenía que pensar muy bien en todos los detalles, puesto que después saldría a flote lo sucedido pero con una verdad distorsionada y yo solo quería la verdad cruda.

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Published on e-Stories.org on 01/02/2013.

 
 

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