... doblega, somete y acostumbra la tristeza o dolor de alma, el puro sufrimiento,
pues viene y llama la alegría y la estoy recibiendo con los labios temblando,
como si de pronto el cuerpo extrañara, como si su costumbre ominosa
hubiese obviado para siempre la irrupción de bellas cosas o sucesos hermosos;
... es, así, que la alegría casi duele,
ya que con furia se aprieta contra la piel del pecho para hacerse sentir,
para ser reconocida y asumida, y, de esta forma, lograr sentirme y pronunciarse;
... y son, son tan pocas las gotas de rocío vivo que van apareciendo en el adil o ardinal que soy,
que las cojo y pongo por las grietas del ser cuidadosamente,
no para que crezcan, no, sino para que no mueran;
… en definitiva,
todo parece revertir a ese instante en que me quedo quieto, muy quieto y escuchándome,
como si el leve resplandor que tengo estuviera en peligro, y, con rapidez,
- contra un mar taimado de oscuridad inaudita -
tuviera que ordenar las fuerzas para creerlo en mí, y, más tarde, amarlo sin remedio,
frente al terror o espanto que por la sangre atruena y defenderlo.
***
Antonio Justel Rodriguez
https://www.oriondepanthoseas.com
***