Gonzalo Serneguet Lopez

luz eludiento oscuridad

Capitulo 1:
luz eludiendo oscuridad
 
En aquella oscuridad tan lúgubre, de un lugar desconocido y posiblemente maldito en siglos atrás, en las profundidades del abismo, en una gran sala tapiada por piedra de color purpura que parecía raída por los años, y que desprendía una luz tan débil que ni el ser vivo con la mejor vista podría verla. En la gran sala, en la cual hasta con el sonido más débil se producía un eco, que tardaría en desistir, se hallaban  los signos de vida de un ser desconocido.

El sujeto inconsciente, que se encontraba en medio de la sala, no tenía más que una manta sucia y húmeda, desprendía un olor putrefacto, como el de un alimento a medio digerir que había sido olvidado. Debajo de aquella manta que parecía que estaba a punto de romperse por el uso de los años, se encontraba una entidad con heridas por todo el cuerpo; con los pies despellejados, que incluso se podía observar el hueso del tobillo. La musculatura del cuerpo estaba desentrenada, aquel pellejo de piel unida al hueso, como si de una prenda se tratase, parecía haber sido torturado tiempo atrás. Su rostro era ancho y largo, sus ojos eran como los de un animal desganado que estaban al límite, parecían que aquellos desdichados ojos,  no se abrirían nunca más. Su pelo era largo y sucio de un tono gris. La mandíbula desencajada de haber recibido golpes, que aun conservaba algún diente y contenía una barba abandonada.

En aquella sala sin ninguna decoración, que únicamente contenía silencio y, aquellas rocas purpura que rodeaban la gran sala, el silencio envolvía toda la habitacion.  Todo parecía tranquilo, pero al tiempo se empezó a oír un sonido sordo, como si proviniera  de lejos, pero el ruido cada vez fue aumentando como si de una locomotora se tratase.

 El silencio que vivía en la sala había desaparecido. Un temblor que se sentía en toda la sala empezó a aumentar cada vez más, y más. El temblor original venia directamente de las cuatro paredes de la sala, temblaba con debilidad, y en aquel momento el cuerpo inconsciente reaccionó y se puso de rodillas con la lentitud que podía dado a su estado. El ser ya incorporado de rodillas  quitándose el pelo de la cara, y a duras penas arrastrándose, llego a la pared más próxima a él para oír el temblor, las paredes de piedras purpura empezaron a iluminarse con la misma intensidad que podría deslumbrar una vela recién encendida, pero para su sorpresa, el mismo temblor no procedía de el exterior, sino desde la misma pared.

De repente, las paredes empezaron a temblar con una fuerte sacudida como si de un terremoto se tratase, la pared que estaba en frente del individuo, el pudo observar que aquella pared no era normal ni se parecía a ninguna otro pared que hubiera visto antes, y como si de un auto reflejo se tratase, el ser se tiro en medio de la sala para ponerse a cubierto. La pared empezó a deformarse, y como si de un manto se tratase las paredes se desmoronaron convirtiéndose en: ceniza, agua, tierra, y en un soplido de aire fresco que se unió al suelo. Donde antes habían paredes ahora habían unas estatuas, pero no eran estatuas de piedra, eran estatúas de distintos materiales que representaban a unas criaturas, todas distintas.

La estatua que estaba enfrente del ser, la figura era de un material rojo, con estrías aun más rojas, el material se llamaba “kihyt”, aunque hacia milenios que no se veía, era un material escaso ya que era muy codiciado. La estatua desprendía un calor intenso, como si de un horno se tratara. Representaba a una criatura alada, con una boca alargada, tenía  aspecto de un dragón de cintura para arriba, pero de cintura para abajo tenía como unas piernas humanas.

En la pared derecha del ser, la estatua era de un material negro rugoso, desprendía un olor familia, olía a “lexz”, era muy común, ya que todos los caminos tenían ese material para que los viajeros se pudieran guiar en las noches más oscuras, ya que si pisabas el camino, con una cierta presión y pisando con bastante fuerza se iluminaba, desde donde habías echo la presión a unos cuantos metros más adelante. La criatura era como un licántropo con la única excepción, de que el torso no lo era, el torso tenia escamas, parecía un escudo recién pulido.

En la pared a la izquierda del Ser, la estatua era de un materia gelatinoso, era casi tan transparente como el agua. Si se miraba detenidamente la criatura tenía un aspecto que recordaba al mar. Y en la última pared, aunque fuese raro, no se observaba nada.

Pero el Ser, pudo comprobar con sus propios ojos que las tres criaturas tenían una cosa en común, todas tenían las bocas abiertas. El Ser se quedo observando detenidamente las estatuas. Toda la sala parecía calmada, el silencio reinaba otra vez en aquel lugar. Había demasiado silencio, demasiado. Pero hubo un sonido que rompió con el silencio, aquel sonido venían directamente de las bocas de las criaturas. Y de cómo si de un resplandor fuese, de las bocas de esas estatuas empezaron a provenir; fuego, vapor, polvo y aire, esa mezcla de elemento fue dirigida directamente al medio, directamente donde estaba el Ser.

Al acabar, las bocas de las criaturas cesaron de escupir esos elementos, el cuerpo yacente en el suelo, empezó a restregarse sus manos en los ojos para intentar abrir los ojos poco a poco, pero algo raro le sucedió a su cuerpo. Las heridas que tenía ya no eras heridas, solo eras cicatrizas curadas, aquel cuerpo casi sin fuerza a punto de desmayarse, ya no estaba exhausto, estaba lle00no de energía. Y como si nunca hubiese sentido dolor y ni lo conociera, flexiono las piernas y como si de una fuerza sobrenatural se tratase, se impulso hacia el techo. El primer salto que dio llego tan alto que ni el suelo se veía, cuando llego al suelo impacto con tal fuerza que el suelo se partió  en dos, y sin darse tiempo a descansar dio un segundo salto, aquel salto duro tanto tiempo que parecía no existir la gravedad, pero al final del todo, su cabeza atravesó el techo como si de una tela fina se rompiera.

Al romper ese grueso techo, se agarro al borde del agujero que acabada de formar, con un pequeño esfuerzo se ayudo con sus brazos y logró ponerse encima de aquel techo. Cuando pudo ponerse de pie, respiró profundamente el aire fresco de la naturaleza, pues ya no estaba encima de aquel tejado que acababa de romper… Estaba en un prado gigantesco, rodeado de arboles a unos cien pies de radio. El día era soleado, y corría una brisa fresca que venía de los arboles, pero, de todas las preguntas que tenia aquel ser, solo se le venía un a la mente.

-¿Quién soy? -Dijo en voz baja como si murmurase a alguien al oído.

No se lo pensó ni un segundo, empezó a correr por ese prado sintiendo las briznas de hierba acariciando sus pies, su pelo se le interponía en los ojos, pero no le importaba, lo único que le importaba era correr. A escasos pasos de llegar a los arboles más cercanos, sintió que sus pies ya no tocaban el suelo ya no estaba corriendo, estaba volando. Empezó a manejarse con poca habilidad, pero después de flotar y sentir las nubes que flotaban alrededor suyo, empezó a coger más y más velocidad. El ser empezó a observar el terreno debajo de sus pies, pues nunca había visto tanta naturaleza unida junta.

Al estar inspeccionando cada detalle que observaba, al sobrepasar por encima de aquel paisaje se dio cuenta de una cosa en particular

-No hay ningún rastro de civilización. -Pensó detenidamente.

 Solo se le ocurrió una cosa, volver al prado donde estaba antes, Para encontrar respuestas. Al volver al prado, en el mismo punto donde había empezado a volar, descendió suavemente como su una hoja se deposita en el suelo. A continuación se dirigió al centro del prado.

En eso momento que se dirigía al centro del prado podía observar que había algo distinto, había un circulo, de el diámetro de una persona que estaba sin sembrar. Al entrar en ese círculo de tierra, todo lo que había a su alrededor empezó a desaparecer. Las briznas de hierba iban introduciéndose dentro del suelo, como su fuesen tragados por la tierra; los arboles se hacían cada vez más jóvenes, y más jóvenes hasta desaparecer; y hasta las mismas montañas se disolvían en la tierra, como si un cuenco de agua se derramase por todo el horizonte.

Cualquier persona humana no se creería lo que sucedió, porque ellos no estaban allí, solo estaba el ser. En aquel planeta donde antes habitaba naturaleza ya no había nada, lo único que había era un ser desconocido.

Pero el ser se seguía haciendo la misma pregunta.

-¿Quién soy? -Una pregunta sin respuesta.

El ser aun de pie en ese desértico planeta, se seguía haciendo la misma pregunta una y otra vez, pero nunca encontraba una respuesta.

Al final, el ser, de días pensando, incluso semanas con la misma posición, de pie. Llego a la conclusión que nunca sabría la respuesta de dicha pregunta que le recorría la cabeza. Tras mucho pensar, vio que la mejor opción era inventarse el mismo un nuevo nombre, crearse desde cero, una nueva identidad.

-Hikx. -Dijo, y así, se le conocería.

Al haber solucionado ese problema que le rondaba por la cabeza, ya le empezaron a venir otras preguntas de menor importancia.

-¿Dónde estoy?, ¿qué me ha sucedido?, ¿por qué a mí? -Todas esas preguntas le rondaban por la mente, pero había algo que bloqueaba sus recuerdos, algo que no le dejaba pensar con claridad.

Después de pensar detenidamente que haría a continuación, se dio cuenta de otras cosas de menor relevancia, pero de igual importancia.

-¿Por qué no tengo hambre?, ¿por qué no tengo sed?, ¿por qué no tengo sueño, ni siento cansancio? -Esas preguntar no hacían falta responderlas, ya que carecían de importancia, y eso significaría, que se había despojado de las necesidades primarias  que le hacían humano.

Hikx, entendió que podía vivir sin agua, sin comida, sin dormir… pero no podía vivir sin una necesidad aun más primordial y básica, comunicarse con otra persona para que la soledad no le causase paranoia.

En aquel planeta desierto, no había solo tierra, también había aire. El aire, aquel elemento que acariciaba su cara, y le rechinaba en sus oídos, como si el mismo viento intentase comunicarse con el sin recibir respuesta a cambio, pero eso no era suficiente para él, necesitaba responderle, preguntarle sus dudas y recibir respuestas.

Le parecía haber pasado meses en aquel planeta deshabitado, ya que siempre era de día, y sucesivamente iba haciendo cada vez más calor, por culpa de un fenómeno que consistía en un conjunto de 3 soles.

El primer sol que pasaba era el más pequeño, de un color azul, pero lo más curioso de él, era que no se observaba llama alguna en su superficie, sino todo lo contrario, se veía hielo en toda la superficie, pero el humo que desprendía no era frio ni mucho menos, aquel sol bautizado con el nombre de “Fiey”, calentaba más que dos soles adultos juntos, ya que este sol era el más joven, pero a su ver el que más luz desprendía.

Después de Fiey salía un sol ya de un volumen mucho mayor “Syo”, pero no desprendía tanta luz ni calor como el anterior. Y el último sol, el más viejo “Volf”, superaba con creces el tamaño del anterior, pero desprendía tan poco calor que ni se notaba. Las fases solares eran distintas, pero siempre seguían el mismo patrón; Fiey, Syo y Volf.

El calor y la luz del planeta se le hacía cada vez más insoportable, hasta tal punto que en raras ocasiones veía espejismos e ilusiones producto de su mente alterada. 

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Published on e-Stories.org on 11/15/2014.

 
 

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