Michael Wehrmann

GUARDAR SILENCIO

 

 

Donaron-nos los dioses en el pecho como prenda

un instrumento singular, que decimos tiene cuerdas.

para anunciarnos -quién se acuerda?

en la escena terrenal.

Para mamar y dar alarma, cuando algo anda mal,

dar testimonio evidente que el rugido de la fiera

o el eco sibilante de la serpiente artera,

no son argumentos ni son armas

que cohiban al valiente.

 

Dispusimos, es ejemplar, de su uso y abuso

y en sentido profuso, por el orate y el juglar

o el galán espurio que, con lenguaje florido

del corazón herido, se ufana en su perjurio.

Mas, instructivo no fue incluso

para hacerlo silenciar.

Guardar silencio no se enseña,

no hay libros ni magisterio;

es quien tesón aplica y se empeña

quien descifra sus misterios.

Si en silencio se cultivan amores y virtudes,

dolores y pesares, igual acechan viles,

los odios mas profundos y los perros iracundos.

 

Guardar silencio....

No el silencio de mordaza, ni aquel del sordomudo

el del miedo que atenaza o el que usas como escudo.

No el patético de la mente obtusa

ni el del adicto, que al opio fiel,

cambió sueños por delirio y su sangre por la hiel;

es aquel fecundo que, insuflado por la musa,

te penetra por la piel.

 

Calla!

Calla en la noche serena, como calla el recien nacido

arrullado por la madre, del amor eterna fuente,

parte a otros mundos con un beso en la frente

en la penumbra ya sumido,

del sueño inocente.

Dirige tu mirada al principio de los tiempos,

deja que las hadas, cocuyos y luceros,

de la rana la tonada y el grillo coplero

bajo el manto plenilunio, difundidos por el viento,

sean bálsamo y aliento que mitiguen tu infortunio.

Calla por Dios, cuando anhelantes,

supliquen por un beso los labios de tu amante,

al acertar precisa la saeta ardiente

del arco de Artemisa,

o lanzara por accidente,

un Cupido travieso.

 

Silencio guardan al final de las tinieblas,

los hijos de la noche para, con bostezos,

entregar los predios al que despierta;

y Helios de su lúgubre morada,

legendario resucite, así la saga,

pespuntando con su luz la alborada

mientras, sigilosa la floresta,

ansiosa espera que, con besos,

la desvista de la niebla.

 

En silencio oh, Dios Sol,

logras el prodigio, cuando amanece,

a la sutil caricia y con candor,

el pimpollo brote en casta flor,

que al abrir sus brazos desperece

y con gracia, cual coqueta niña,

su fragancia embelese,

perfumando la campiña

y seduciendo a su amante,

se tiña de rubor.

 

Callada inicia la faena

al primer frescor la diligente abeja,

a seguir el derrotero orientada,

por su hermana en la colmena,

donde esperan, florido manjar,

la cayena, el azahar,

el fragante clavel y la rosa bermeja;

sin dejar de libar, deliciosa melaza,

el verde zumo del cañaduzal,

regresar a su panal satisfecha y cansada,

ufana de dejar tanta hembra preñada,

cargada de polen y almibar de endulzar

 

Silencioso estudia, hermosa partitura,

en su nido el ruiseñor;

mantener medidas de la trova, sobre todo en la obertura,

avezado casanova.

Igual inicia con mirada cauta, sin ruido y vigilante,

la ruta de argonauta, como asiduo navegante,

el patico zumbador.

O la oruga sin murmullo, con denuedo y paciencia

abandona su capullo, con destreza

y haciendo gala de orgullosa ascendencia

despliega sus alas, derrochando iridiscencias.

Enmudece! Es imperativo,

escucha y sé humilde, no seas altivo

al tronar de la cascada,

pues tu voz ya no es audible;

o el retumbo al hendir

la centella el lóbrego manto

que, hacen ya milenios,

con ancestral espanto,

turbaron al primigenio.

 

Mas, el silencio debe ceder

a la insigne voz del prohombre

cuando la virtud claudica

ante la seducción, el maniqueo

y la ignorancia supina

que marchita la rosa, ahogada por espinas,

al que llama por su nombre al impostor y al fariseo

para recordarnos al instante,

donde el elíseo está al alcance,

el averno tampoco es distante.

No es la cascabel

la que, en juego limpio advierte con su maraca

el inminente ataque, a quien debes de temer;

mas, guardate de aquel

que, con aprendida propaganda

la moral predica, con risueña facha,

y bajo vistosa hopalanda,

del déspota agente y capo de la mafia,

irreverente esconde y rudo

a la inmunda cucaracha;

como el traidor infausto,

al que creiste amigo augusto

o la vecina zafia de castidad fingida

y el marido proxeneta, que la para en la esquina.

 

Silenciar al sigilo, esa es la consigna;

no es la queja estéril ni la respuesta pueril;

expresar lo que has soñado, el futuro que imaginas,

revelar tu parecer, sin herir al ser amado,

antes callado!

pues, como la flecha lanzada,

la palabra pronunciada,

no la puedes devolver.

Romper el sigilo,

como habla el sabio, sin palabras mil

sea palabra divina y en el mejor estilo,

lo que tengas que decir

sea mas valioso que el silencio.

 

Al final del manuscrito, cuando leo mi poema,

no lo encuentro tan bonito;

acaso es el problema no le pongo corazón,

que le agrego o le quito, que me falle la medida

o le falte la sazón.

Como nadie es perfecto y no soy yo la excepción,

para que nadie mas se aflija

con decidido ademán y sin temor a la censura

me ciño al refrán:

que de médico, poeta y loco,

todos tenemos un poco

 

Michael Wehrmann

Febrero 2017

 

 

 

 

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Published on e-Stories.org on 01/31/2018.

 
 

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