Maria Teresa Aláez García

La tonta del bote

Érase una vez una tonta del bote.
 
 Pero no era la tonta del bote de la película. No. No era la genial Lina Morgan en su papel de "tonta del bote" en el año 1.970, con María Asquerino, Antonio Casal y otros. No. Lina Morgan demostró en la película y sigue mostrando hoy que es una gran actriz, mejor cómica y competente empresaria.
 
 No. No era ésta.
 
 Tampoco era una de estas muchachas a las que se les dice "Pareces tonta hija". O "Pareces la tonta del bote".
 
 No. Estas tontas, son más que nada ingenuas. Son personas a las que la vida no ha enseñado convenientemente o que han sido resguardadas de la maldad de la gente. Estas "tontas" saben adaptarse perfectamente a la vida y tienen mucho más de listas que de tontas.
 
 Tampoco era una tonta con el cerebro vacío. Por desgracia. No se dedicaba a pintarse, limpiar, comprar, vestir modelitos e ir siempre vestida de maniquí para que los hombres se sintieran a gusto con ella y las mujeres se acercaban para ver si conseguía algo o por envidia. Estas son las más inteligentes.
 
 No.
 
 La que yo digo era una tonta real. Una de éstas en las que el adjetivo tonta se personifica totalmente. Vamos, que si hubiera una especie del ser humano llamada "Hominus tontus" era la representante física y anímica.
 
 Por que encima no era idiota. Los idiotas son fantasmas o, pobrecitos, personas con alguna tara física. Pero no suelen ser tontos. Suelen ser engreídos. (Aunque para los griegos eran personas no dedicadas a la política. “Hombre apolítico”).
 
 Era tonta del culo, del bote y rematadamente tonta.
 
 Se creía todo lo que pensaba. Ya es ser tonto a la enésima potencia.
 
 No cuadraba que se le explicaran que las cosas no eran como ellas las veía. Que la gente sigue su curso, que viven para ellos mismos, que no confían en los demás sino en el uso que puedan hacer de los demás, el uso y el abuso. Que si pueden te sacan tres y cuatro y te dejan en pañales y si no les convienes, ahí te quedas. Quizás alguien tenga lástima y te hable si no tiene con quién o se aburre o quiere divertirse. Pero no como ella las veía.
 
 Pero ella veía la humanidad de la gente. Confiaba en la gente. En el corazón de la gente. En la nobleza y honradez de la gente. En la generosidad, el valor, la honra y la valentía de la gente. En que la gente respondía bien cuando se le daba bien. En que seguro que dentro de todo el mundo hay un ser humano bueno.
 
 Y ella se sentía así y era así con la gente. No era capaz de mentir, no era capaz de fingir.
 
 Y así recibía de palos, por tonta. Pero a cada gesto nuevo de confianza, a la mano tendida, a la caricia dejada caer en su hombro, al mínimo guiño compartido, a la sonrisa descuidada que se le ofrecía, volvía a la vida. Y volvía a confiar. Y volvía a amar.
 
 La vida, como no podía con ella, dejó de abarcarla con su abrazo. Y le mostró su crueldad en el amor. Le mostró la poca eficacia del amor, que el platonismo se ha acabado, que el sexo es lo importante y lo que compra y vende, que si te he conseguido te he visto y no me acuerdo y no quiero saber más de ti y vete por dónde has venido.
 
 La primera pérdida de amor y confianza en la vida la hicieron llorar. Y pidió por quiénes la trataron así. Supuso que esto sería una prueba para hacerla más fuerte, para seguir confiando, para que viera que en el mundo todos somos distintos y tiene que haber de todo para que siguiera siendo maravilloso.
 
 Y no se tomó reservas. Siguió intentando hacer que el mundo de fuera compaginara con el mundo de dentro de ella. Un mundo lleno de música, de campos, de vida, de libertad, de alegría y seguridad, de esperanza, de dicha, de canciones, de colores, de pintura, de bailes, de jardines y de búsqueda, de no estar siempre ahí quieta, de actividad y de ánimo, de dar vida y recibir vida, de compartir, de compromiso....
 
 Esta vez el amor la encerró en su casa. Y luego le quiso quitar la vida. Y ella lo siguió pero sólo consiguió un profundo sueño y al despertar, no pensó en la maldad de su acción. Preguntó si estaba en el cielo porque le vino a la cara un rayo de sol.
 
 Y no. No estuvo en el cielo. Siguió en el infierno por muchos años. Aunque teniendo el cielo interior, ese infierno daba pocos problemas. Además en la tierra cabemos todos, ángeles y demonios. Y todos tenemos derecho a la vida.
 
 Y un día le llego cierto amor. O cierta sombra del amor. Entonces tuvo un hijo. Y el amor se le fue y se llevó a la segunda hija.
 
 Y aún así pidió por ellos y siguió confiando y dándose de verdad y animando y ofreciéndose a los otros porque seguro que a alguien le llegaría su cielo, seguro que alguien sería dichoso de poder compartirlo, un cielo que hasta su hijo repudiaba.
 
 Poco a poco, su volcán se fue apagando. Sus fuerzas la fueron dejando, pero no su esperanza. Su casa se llenó de podredumbre y suciedad. No era capaz ni por ella misma de limpiarla y limpiarse. Intentó acceder a otro tipo de vida, virtual, que la engañara menos y que la llenara de algún modo en ese vacío de los años.
 
 Sí, sí encontró algo.
 
 Encontró la verdad.
 
 Miró en un espejo su vida. Miró la vida de los otros. Y realmente... se sintió tonta.
 
 Tantos años esperando. Tantos años...
 
 No sabe qué pensar ni qué decidir. Toda la vida ha sido víctima de la lástima de los demás que han aprovechado sus fuerzas o su ingenio o su capacidad de trabajo. Su mundo interior es falso. No existe. Existe sólo en su cabeza. Su cielo... se volvió infierno repentinamente.
 
 Todas aquellas canciones empezaron a martillear en su cabeza. Y conoció el odio. Su marido buscó otra amiga y cuando se cansó, volvió con ella. Y conoció intensamente la soledad. Y su hijo debería conocerse a sí mismo y hacerse. Y conoció el desamor.
 
 Y aunque dentro de ella aún queda esa leve llamita que sólo se apagará cuando el último rescoldo de su cielo desaparezca.....
 
 Ella, como Alfonsina Storni o como Virginia Wolf... ha hecho de sus ojos el refugio del agua. Y al igual que los enamorados ven las aguas del Danubio azules, cuando en realidad son pardas, así sus ojos pardos se vuelven cielo cuando mira el mar...
 
 El mar....
 
 El fondo del mar....
 
 Tararararan, tan tan, tan tan... Y con el ritmo del Danubio Azul.... prepara el final de su vida.... Una vez sintió el cielo en el fondo del mar y no le dió miedo.... tanta tranquilidad...
 
 Tanta... tranquilidad...
 
 ..............
 
 Hay que ser gilipollas para pensar así, encima escribirlo y posteriormente, colgarlo de Internet.
 
 Lo mejor… cerrar puertas.
 
 © Mónica Naranjo. Sobreviviré.
(Los vídeos que había colocados originalmente:
 
 © El Danubio Azul. Johann Strauss.
 
© Zamba. Alfonsina Storni. Ariel Ramirez. Felix Luna.
 
© Virginia Wolf.
 
© La tonta del bote. Lina Morgan.

 

All rights belong to its author. It was published on e-Stories.org by demand of Maria Teresa Aláez García.
Published on e-Stories.org on 08/31/2008.

 
 

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