Maria Teresa Aláez García

Y como siempre, 4

IV

No es necesario un paseo por Europa ni saltar el océano sobre un reactor. Ni siquiera disfrutar de las obras de las distintas artes para saborearte. A ti y a todas tus circunstancias.

Un simple gesto, un lugar sin determinar, un recuerdo, es suficiente.

La obsesión… sí, puede.

No me hace falta ahora tenerte hasta lo más intimo de mi ser. Bastaría con que estuvieras a mi lado y hubiera recibido un simple sí. Pero hay síes que son peligrosos porque deciden toda una vida. Aunque hay gente que los dice como el que cuenta un chiste, sin darse cuenta de lo que significa esa afirmación, sin pensarlo. Para mí, un sí determinado seria toda una vida, significaría el mundo entre tu mano y la mía.

Y en esas horas pesadas y nostálgicas, melancólicas, vacías, de cualquier momento del día, según lo que haga, según lo que me digan, lo que escuche, lo que mi cerebro procese de tal o cual manera, puedo imaginar – que no sentir ni recibir – momentos de ti y de las personas que conviven contigo o que simplemente te acompañan. Aquellas que te darán ese sí tan necesario o que recibirán esa respuesta de ti. Esa que me niegas y que yo ahora, con consentimiento y convencimiento, niego también. Negaré entonces los grandes momentos en la historia de nuestra vida juntos. Pero dicen que no hay nada más peligroso que quedarse anclado en lo que no fue y podía haber sido. En ocasiones, si el error se ha producido por motu propio, sí pero si es porque no hay un encuadre y un ajuste debido a que gustos y circunstancias no coinciden, hay que hacerse a la idea y sobreponerse. Quizás alguna vez pueda ser pero no será lo mismo que ahora, pues este es su momento, el presente. Más tarde la herida se habrá cerrado y quizás ni exista o ya las cosas no tendrán el mismo valor como no lo tienen las personas.

Y me alegro, que conste, me alegro de que puedas acariciar pieles blancas y suaves, puedas ver sonrisas sinceras y agradables encariñadas con tus gestos furtivos de reproche o atención. Me alegro de que alguien ría con ganas tus gracias y de que sientas ganas de abrazar un cuerpo que tiemble cuando le cojas la mano. Me alegraré también de que en noches o en días señalados para ambos, estéis juntos y os apoyéis, o simplemente os descubráis o quizás os ignoréis que también es darse y rechazar. Algo es algo.  Y de las protestas ante alguna tontería que quizás sea necesaria o un enfado ante algo serio. O de colocar unos peúcos de color blanco, azul y rosa en unos pequeños pies. O de preparar a hurtadillas algún regalo o alguna sorpresa y celebrar que la luz se vaya y vuelva, y aprovechar los momentos de oscuridad robándoselos a la realidad que os rodee. Quizás de celebrar un gol o un partido de otro tipo, de enredar los dedos en unos cabellos que serán distintos a los tuyos y deshacer algún pequeño lío, tanto capilar como intelectual. De buscar juntos los alfileres y las agujas que han caído, de poner una cadena en su cuello y oler su aroma o recibir tu a su vez esa joya en el tuyo y sentir su aliento. De preparar la ropa del día siguiente y discutir por el planchado o por el menú semanal, de organizar el horario y de romperlo a mitad de semana porque de repente apetece hacer una locura verdadera que ayude a no existir a la rutina. De sacar el filtro de la lavadora o encontrar toda la ropa encogida por haber cambiado el termostato y de compartir una ducha fría o demasiado cálida y de encontrar todos tus enseres esparcidos por la mesa y recogerlos o encontrar los míos ordenados escrupulosamente. Y esa frase escrita en una hoja de un libro que se te olvidó borrar y esa foto que no debía de haber estado y que forma parte de tu vida.

De ir con las amistades y tener celos de sus miradas pero sentir la seguridad de que, al menos por el momento, sigues ahí o igual, si te toca despedirte, esta parte de nuestros días te habrán dejado huella aunque no sea sencillo decir adiós porque nos han hecho dependientes de todo lo que nos rodea y nos cuesta dejarlo ir. Las filosofías orientales también reconocen esta dependencia y han hallado soluciones para cortarla. Una muy factible es el harakiri pero ya está en desuso. Otra, meditar y darse cuenta de que el problema en parte está en nosotros y en lo que no queremos dejar ir. Pero no dicen nada de la persona que ha creado dicha dependencia en nosotros para asegurarse de que no se la va a engañar ni se la va a traicionar. Somos constantemente dependientes y si nos aislamos de esa dependencia, somos inmaduros y negligentes. Qué hartura de etiquetas.

Bueno, cualquier reconocimiento de tu camino y del mío, de tus huellas y las mías que circulan por caminos divergentes y se perderán por siempre en el silencio…

Sólo me resta decirte que ha sido un enorme placer.

¿Y del sexo? Eso no lo escribo ni lo describo. Eso se siente y se habla en persona. Hay otras cosas en el amor amén de lo superficial que puede ser el sexo y el simple contacto entre dos cuerpos. Eso es una faceta más. Para tener sexo fácil, gratis, cualquier ligue de una noche vale y hoy en día hay muchos. Para todo el mundo, incluso para seres que pueden ser abyectos como yo ante tus ojos. Prostituirse está a la orden del día, en todos los  aspectos. Prostituirse por admiración, por orgullo, por dinero, por sexo, por placer, es algo que siempre se ha hecho y que se ha confundido con amor, sacrificio, dedicación, obligación.  Amarse, poca gente lo ha hecho y lo hace.

 

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Published on e-Stories.org on 12/24/2008.

 
 

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