Se sentó sólo en la mesa de la cocina. Sólo, como ya hace mucho tiempo. Sobre la mesa los comprimidos. Innumerables veces ya los había contando. Durante semanas los había coleccionado. Quería estar seguro de que si serían lo suficiente.
Cuando los devolvió a la cajita, los tomó cada uno en la mano y los observó con ansia. Ellos fueron sus únicos amigos, sus únicos aliados. Por fin, ellos les ayudaran a escaparse.
Mañana será la Nochebuena, la segunda desde que su esposa se había ido, los hijos ya hace tiempo atrás se habían apartado. Secretamente se encontraban con su madre. Él lo sabía, pero disimuló aquel hecho. Fue a su gabinete y escribió... escribió algo que de todos modos nadie quería leer.
Estaba cansado. Ya había tenido lo suficiente ...le pareció a él. Mañana festejaría la Nochebuena, con sus amigos, que ya hace semanas estuvieron a su lado. Sus únicos amigos.
Dejó la caja con los comprimidos en el mueble de la cocina y arrastrando los pies, fue al salón. Ya hace tiempo que no se esforzó por acostarse en la cama para dormir. Se tendió en el sofá y encendió el televisor sin ganas, sólo para enojarse enseguida sobre la programación. Nada más que mentiras y engaño. El mundo por si misma era injusto, esto sabía ya hace tiempo. Sobre todo se había conspirado contra él. Siempre mostraban imágenes de hombres que se daban regalos. Se preguntó porque todos los hombres estaban tan felices. Él no podía recordar haber sido feliz jamas en la vida. No se podía esperar que alguien le regalara algo a el. Pero para qué emocionarse todavía? Mañana festejaría la Navidad. Bebería una botella de vino con sus amigos. No buscó ahorrar con esto. No compró un vino malo, sino que eligió uno que fuese aprobado ante los ojos del mundo. Pensó incluso en una vela. Por fin fue la Navidad.
Dejó que se esfumaran sus pensamientos, reflexionó sobre la fiesta del día siguiente, y sobre su viaje. Las palabras de la televisión se habían perdido en un horizonte sin fin. Una mujer y un hombre le llamaron la atención. El escenario fue irreal. El paisaje devastador. Polvo, pozos y olor a humo en el aire. Parecía como si los dos escaparan de algo. Parecían acosados, avanzaban muy lento.
Esto era absurdo. ¡Debía tratarse de un sueño! Claro, la única explicación era un sueño. ¿Pero por qué se sentía entonces como si estuviera aquí en carne y hueso? Como se suele hacer en tal ocasión, intentó de despertarse. Pero en vano. Allí el hombre se devolvió de repente y le llamó. Perplejo le miró. ¿No acaso habló con él? ¡Listo ya! De nuevo intentó abrir los ojos. Sin éxito. No podía escapar. ¿Debería ser esto un chiste? ¡Vale...ignorar! Ya se le pasará. Mientras no le hiciera caso, todo se desvanecería y él se despertaría en su sofá.
-¡Por favor, ayúdenos! - le gritó el hombre.
Atónito le miro señalándose con el dedo a si mismo. - ¿Hablaron conmigo?
-¿Con quién más? ¡Rápido, ayúdenos a encontrar un escondite. Si nos encuentran, nos matarán!
De a poco empezó a moverse.
-¿Qué diablos pasa por aquí? gritó -¿dónde estamos?
-¡En la guerra. En medio de la guerra! No conseguimos escapar nosotros sólos. Tiene que ayudarnos.-
Se preguntó de cual de todas las guerras de este mundo estaba hablando. Pero no importaba de cual fuera. Por aquí, algo no estaba en su sitio. En su país no había guerra. Pero no podía rehuir de la desesperación evidente de los dos. Tomaron a la mujer entre si. Ella parecía tosca de movimiento. Le costaba andar.
El paisaje fue árido y lúgubre. De vez en cuando un arbusto seco. Pasto que intentó débilmente subir a la superficie y un viento espantoso que les echó el polvo a los ojos. Un poco aparte, a la derecha pudo ver unas rocas chicas. En el horizonte las cordilleras con nieve en las cimas. Ajetreado observó el entorno. Tenían que encontrar un refugio. Pareció como si a la mujer le abandonaran las fuerzas. A continuación vio dos rocas que se encontraban muy estrechas una de otra.
-Allí- gritó al hombre con una voz distorsionada por el viento y señaló con la cabeza a las rocas. Éste le siguió con la vista y calificó las rocas. Con un movimiento de cabeza negó.
-¡No!, son demasiadas chicas. Detrás no encontraremos protección. -
Se extrañó. ¿Por qué no podía ver lo que era tan evidente?
-¡Vamos!- No tenían tiempo que perder. Empujó a los dos en dirección de las rocas, yendo con prisa a la grieta pequeña que había entre ellas. Se agachó, tanteo un momento en la oscuridad y desapareció.
El hombre y la mujer se miraron asustados, después le escucharon llamar apasionado.
¡Aquí hay una cueva chica, pero que servirá!- ¡Vengan! Aquí no nos debería encontrar nadie.-
Después un rato se sentaron todos cara a cara. Mientras intentaron tranquilizar la respiración, el podía ver a los dos claramente por vez primera y se asustó mucho. Era claro que la mujer daría a luz. -¡Nooo! ¡Qué sueño!- Se preguntó que más viniera antes de despertarse.
Pero no tenía tiempo para seguir reflexionando. De repente todo se convirtió en una febril actividad en la pequeña cueva. Prendió fuego. Claro que eso sólo fue posible soñando. Sonrió cuando pensó que en la realidad se revelarían. Pero esto no era realidad. Estaba soñando. Y en el sueño todo es posible. Sólo tenía que querer y creer firmemente en las cosas. Así también se solucionó el problema con el agua. Decidido miró a la pared a la derecha... y allí salió. La corriente de agua cristalina, que chapoteó alegremente en las piedras. ¡Ahora faltaban mantas! Necesitaban algo para calentar al niño. Que dentro de poco nacerá. Firmemente clavó la mirada al fondo de la cueva... y allí estaban las pieles que alguien había dejado.
Después los tres formaron un circulo y admiraron al niño qué durmió en el centro, bien caliente por las pieles y el fuego.
-Gracias, nunca olvidaremos lo que tú hiciste por nosotros.-
La mujer le sonrió con gratitud. Por primera vez que había hablado con el. Vergonzoso miró al lado y negó con la mano.
-Pero esto no fue nada. Ustedes lo hubieran conseguido también sin mi ayuda.-
-No, esto sólo pudiste hacer tú. Esto requería tú voluntad y tú fantasía. Es muy importante para nuestro país que el niño viva. A él le queda mucho que hacer por aquí. Cada cual tiene sus tareas en la vida. Por eso no podemos seguir aprovechándonos de tu ayuda. Tienes que volver a tu país, pues allá te necesitan.
En este momento el niño se despertó. Abrió los ojos y le sonrió. Plantó su sonrisa directamente en su corazón.
Escuchó volver las voces de la televisión con la subconsciencia. Su brazo estaba dormido y la espalda tensa de la postura incomodo en el sofá. Ahora bien, allí era otra vez. En su casa. En su vida. Eran las seis de la mañana. El día de la Nochebuena. Pero esta no era su vida de antes.
Con una sonrisa en la cara se levantó, la sonrisa que el niño le había regalado. Esto era el regalo más precioso que jamás en la vida recibió.
Fue a la cocina y se despidió de sus amigos, que fueron falsos.
Después salió sin miedo y rencor, para encontrar amigos verdaderos y enfrentarse a las tareas que la vida le requería...
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Published on e-Stories.org on 12/06/2010.
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