Angels Vinuesa Fernandez

EL AMOR PERDIDO ...

 

    Me encontré con él  ayer por la noche en  la playa. Miraba el reflejo  del mar, recreando mis obsesiones cuando de pronto surgió el, arropado con el oleaje, justo delante de mis perplejos ojos. En principio pensé que era una proyección de mis  pensamientos subconscientes, una imagen  del pasado aun sin resolver. Pero pronto me di cuenta que era real, y no tuve mas remedio que aceptar la materialización de mi pensamiento.

 

    Con tan largo espacio de tiempo, él no me pareció diferente. El tiempo había hecho una gran obra en el. Me acerqué, lo bese y el me respondió, aunque sin  el menor interés por su parte. Para mi ,aquel  encuentro retomaba mi pasado juntos  cuando  él y yo lo dejamos, pero su  extraña actitud tan distante, aunque educada y cariñosa en la superficie me hizo sentir mal, como un latigazo a mi orgullo.
     Era una realidad  que cada vez  me resultaba mas incómoda, por más que yo intentaba  rozar sus manos  , se me presentaba  como un desconocido que me  observaba como una más de las muchas que pasaron por su piel .

 

    Él, nunca hasta ahora  me había castigado con la indiferencia – o rectifico nunca lo había hecho con intención. En esos momentos  su desinterés era neutro, sin trastienda.

 

    Era una realidad  sin más. No pretendía  provocarme o herirme. Sacarme de mis casillas o provocarme celos.      Estaba claro que yo no le importaba nada  
 Esto no le impidió, sin embargo invitarme a cenar.

 

    No se porque razón me importaba tanto el hecho de que él pasara de mi. Quizás pues que su presencia allí me conectaba  con el ayer y de alguna forma necesitaba  encontrar sentido a mi existencia .El despego que me transmitía  J, me decía  con su lenguaje no hablado, que  era como si no hubiese existido nada entre nosotros, de que mis recuerdos eran falsos, una suerte de espejismo que me había acompañado durante todos estos años. Un alimento  mentiroso y falaz que me  había permitido trapear mi vaciez existencial.

 

Desprovisto de estos recuerdos, mi lucha por la vida carecía de sentido.

 

    No recuerdo exactamente  cual fué  la decisión que me llevo a abandonarlo, quizás fuese porque nunca se decidió  a  solicitarme una relación convencional, con un matrimonio convencional, así que corté por lo sano un verano ya muy lejano en el tiempo.

 

    Durante la cena  todo mi interés  en remover  el pasado con la pala de la autocomplacencia, intentando recuperar mis antiguas sensaciones, fue baldío, porque él se presentaba  insensible a los recuerdos.

 

    Hablaba, si de nuestra relación, entre otras cosas porque yo insistía torpemente  en volver a ese  viejo tema. Y él aceptaba entrar en ese neblinoso terreno, pero lo hacía sin aspavientos  , sin implicaciones personales   como un historiador que se limita  a constatar hecho pretéritos .Es actitud suya frustraba todo intento de regodeo por mi parte  , mi necesidad imperiosa de  recubrir el fascinante  brillo que tuvo en su día   mi amor por él.

 

    Él accedía a las  repasar escenas  y conversaciones pero no las aderezaba con  sentimientos  que yo mantenía asociados  en mi memoria.

 

    La plenitud, la euforia,  el no  va más en la escala de la pasión  quedaban veladas  o yertas cuando hablaba de nuestra relación.

 

    Llegué a total extremo de confusión  y desaliento que desee con todas mis fuerzas no haberlo encontrado.

 

    Hubiera querido mantener mis recuerdos  como estaban, fosilizados en un patético álbum de las mentiras piadosas, pero ya era demasiado tarde. La  acción de él sobre ellos, fue la de una apisonadora inmisericorde laminando mis recuerdos .
    Y lo peor de todo es que no lo hacia con premeditación o afán de revancha, sino  porque  de verdad se había apeado hacia el tiempo de un recuerdo caducado hasta el último extremo de sus  vivencias.

 

    Así bajo estas premisas, la paradoja era el vehículo que me transportaba de un lado a otro compulsivamente, sin tener la más mínima  posibilidad de  salir. Yo fui  quien lo dejo tirado, y ahora era yo la victima y la que sufría desconsoladamente.

 

Me paré a reflexionar cuando el  salió a buscar tabaco. Habían pasado veintitrés años, ¡demonios! nadie en su sano juicio mantiene vivo   el recuerdo durante tanto  tiempo .¡ Solo yo!, claro una sentimental dura de pelar . Solo yo  era capaz de encender el interruptor de la nostalgia  y tenerlo a punto para este recuerdo.

 

 

Continuara….
Angels Vinuesa

 

 

 


 

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Published on e-Stories.org on 08/02/2005.

 
 

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