Amalia Lateano

ENCUENTRO

 
ENCUENTRO
      Hacía años que deseaba conocer Francia, y me dije por qué no...
Si estaba invitada a recorrer Paris y sus bellezas.
Todo comenzó en el año 2008, que como bien saben fue  el año de los sucesos más insólitos, amparados por la rata del horóscopo chino, para quién crea en esas nimiedades. En ese entonces renegaba de todo lo que no podía controlar.
 Me decían: _ “Mira que son tiempos de mucho esfuerzo. Sólo debes trabajar con ahínco y este año representa la prosperidad, alcanzada a través de la fortaleza y el trabajo.”
_ ¡Pero qué ocurrencia!_contestaba _ sin darle importancia.
Se cumplían cuarenta años de los hechos del 68 y nadie podía estar aislado de la importancia de los mismos.
        Fue un año difícil en que  ocurrieron acontecimientos  casi únicos en lugares comunes.
Esa tarde  de junio había ido a ver “Mephisto”  la película de  Ivan Ztabo.
 Y estaba desencantada. Esperaba  más acción y no una  historia acerca de un ambicioso actor de teatro que se dedica a adular a los nazis para lograr el éxito en su profesión, llegando incluso a casarse con la hija de un importante pro-nazi para conseguir su objetivo.
El final me decepcionó.  En el hall del cine fue que escuché la voz tan repugnante, y giré pero  no vi a nadie.
Al volver, en un atardecer  luminoso tenía la invitación de mi tía Pochi,  “la viajera “como la llamaban  en la familia que me esperaba en la sala porque necesitaba una compañera para ir a  un crucero por  los tan deseados y cantados puentes sobre el Sena, en julio. Me tentó saber que iba al verano de Europa. Acepté gustosa. Ella corría con los gastos. Tía era soltera y se desvivía por sus sobrinos y como estaba de vacaciones en julio, pensó en mí...
 Los días transcurrieron lentos, hasta que por fin  partimos en la segunda semana.
 Me llevé una sola maleta con lo necesario. Prefería comprar en alguna tiendita buena ropa de la futura moda que se usaría en el verano.
Nos hospedamos en el Hotel Résidence y  nuevamente lo  vi. Sentado en un sillón frente al ventanal, estaba leyendo y me miró.
 Apuré el paso para tomar el ascensor hasta el tercer piso donde  estaba nuestro cuarto.
Esa noche no dormí. Tía dijo que estaba nerviosa por el viaje, por el cambio de horario, por el clima...
 Pero no. Me pasaba siempre. Lo veía y sabía que me perseguía desde aquel día que me atacó.
 A la mañana siguiente tía hizo los arreglos para conocer la Basílica del Sacre Cuore, situada en la colina Montmartre.  Llovía en Paris. Siempre llueve en Paris...
La recorrí maravillada, sus columnas, su domo  y la cripta que es la  réplica exacta de la basílica me fascinaron. Sólo que  tras de mí el individuo aparecía y desaparecía entre la multitud. Al día siguiente nos fuimos a pasear por el Sena.
 Me vestí para la ocasión con un traje de pantalón y chaqueta marrón con detalles de caracolitos en el cinturón, era muy cómodo pero los caracolitos me recordaron a ese fantasma que volvía una y otra vez del pasado.
-Voy a aprovechar  este viaje para conocer  el Puente de la Concorde  y pasaría  unos días de total inocencia como en los viejos tiempos, antes de que la vida me amarrara  y me echara el guante- me dije. Las marcas de mis pechos eran una señal  dejada por las mordidas que me hizo ese animal. Con tía, que siempre se retrasaba por algo, me  dirigí a la puerta del buque y enseñé el ticket, y el  encargado me dijo  que pasara rápido porque partíamos enseguida,  y respondí en italiano: -“Grazie, sei molto gentile. Vado verso il corridoio a destra come indicato sul biglietto”...Ya que aprendí que no hay nada mejor que hablar francés en Roma y emplear  la lengua del Dante  en Francia. Me costó mucho decir las pocas palabras que repetía y que aprendí de memoria, sin embargo lo hacía para demostrar que me importaban, que agradecía a pesar de mi mala pronunciación, todo lo bueno que me brindaban. Entonces avisaron que había una posible bomba en la embarcación y que debíamos desalojar rápidamente el barco. Bajamos presurosos pero no nos dejaron ir... Recién comenzaba la odisea de Paris, porque allí estaba ese sujeto de barba gris, de ojos como linces que era mi sombra. Escuché entonces: “_Dulcísima niña, no te asustes, porque te quiero tocar sólo la mano...Pero antes de comenzar quiero manifestarte que no pude olvidarte nunca, No hables. Sólo debes menear la cabeza de arriba abajo, dando tu aprobación... Sabes que es un juego...Entonces tía me empujó  a unas oficinas con el fin de revisar el maletín, cartera o mochila  de cada pasajero. Ésa era la orden que daban los  inspectores. Uno a uno, entrábamos en una sala privada y a mi turno, me volcaron la cartera y miraron lo que llevaba. Luego, debí pasar a otra sala donde una mujer policía me pidió  que me desvistiera. Pensaba si creía que era un kamikaze para llevar una bomba entre mis ropas más íntimas..._ No daba el perfil_ me dije, tratando de olvidar al sujeto de  la descuidada barba, que podría ser blanca, y de sus mandíbulas, de su  increíble y buena dentadura, que  habían mordidos mis pechos. Lo veía que me observaba detrás del biombo. Y con mucho temor, me saqué todo. Antes de que él llegara y me arrancara la ropa, como cuando me arrastró al descampado y me violó con tanta saña, a pesar de la lucha que le dí, con mis nueve años. Me dejó sangrando e inconsciente, por muerta... Pero sobreviví... Y me asusté, la verdad, y dejé de sonreír para clavar mi afilada mirada como un puñal en el entrecejo de la guardiana encargada del scanner quien  exclamó, cubriéndose la cara con los dedos bien abiertos: “¡No hace falta que haga eso, señora!!”
—Pues mire usted, yo creo que me dijo: “todo”, y así lo hago —le dije a la agente, que me miraba con ojos de buitre acechando a una presa. Entonces me relajé y suspiré. Detrás de ella había otras mujeres y mi tía Pochi que no apartaba los ojos de la escena. Luego, me dejaron pasar a la sala de embarque y me fui a leer los paneles de Salidas. ¡No íbamos  a volver a ese barco! En ese momento  dijeron por los altavoces que este crucero estaba cancelado. Fue el caos. Se arremolinaban tras los uniformados los  eventuales compañeros como si les hubieran quitado un dulce. Miles de viajeros corrían a los mostradores de un lado a otro, protestando y maldiciendo a los culpables, y los empleados de las compañías respondían: _ “No es culpa nuestra, es de los controladores, pero al cabo de una hora de escuchar lamentaciones e insultos cambiaron la frase por ésta: -“Sin comentarios”. En ese instante, miré el buque. Y ahí en la cubierta del lado derecho, estaba el sujeto de barba blancuzca, de negros ojos penetrantes, con  sus facciones sanguíneas, con esa cara de monstruo del peor cuento de terror. Larga fue la espera, y mientras tía conversaba con otros viajeros los recuerdos de aquella tardecita en el pueblo, hacía ya veinte años,  al salir de la escuela llegaron y se presentaron ante mí como en una película. Caminaba por el pasaje entre el monte de eucaliptos, de regreso a casa, desde la escuela rural de Sol de Mayo, y se me apareció entre los arbustos que cercaban en sendero. Tenía puesto un sombrero y me corrió un escalofrío. Era un linyera... Apresuré el paso pero me alcanzó, de atrás me tapó la boca y me arrastró dentro del monte. Me pegaba. Siempre con el puño cerrado hasta que caí en un estado de aturdimiento que no me impidió perder del todo la consciencia y pude ver cómo me arrancaba la ropa, cómo me hacía sufrir con sus mordidas y el dolor al introducirse en mi cuerpito...Me pegó otra vez y se fue... Me encontraron a la medianoche los perros de  los vecinos y  mi familia. Después vino la ambulancia y la policía. Nunca he olvidado este perverso suceso. Mi familia decidió  mudarse a otra provincia, para empezar una nueva vida.
_ ¡Vamos, mi niña!_ ¿En qué estás pensando que estás tan triste? ¡Mira, ya sale el sol! _ Tía Pochi vociferaba con esa voz tan querida y me apuraba a seguirla.
Ya había cambiado los planes por una visita a los Campos Eliseos. Me decía que era la avenida más famosa. (De a poco fui adentrándome en sus palabras y parsimoniosamente se iban los malos recuerdos.)” Y que de  allí veríamos la verdadera moda. No tendremos que caminar demasiado porque  el bus nos llevaría a la Plaza de la Concordia, y luego tendríamos que atravesar un pequeño parque y nos  encontraríamos con los primeros números de esta singular avenida, donde se encuentra el reconocido Arco del triunfo, y la Avenida Charles de Gaulle después, y si seguimos, si no estamos cansadas, vamos hacia La Defensa, que  según este plano  en línea recta; (y me mostraba con su dedo la línea  negra), es  para llegar hasta el Gran Arco de la Defensa.
_Mira, mi niña, es un enorme Arco moderno cuya alineación con el Arco de Triunfo simboliza la unión del viejo y clásico París con el moderno París de las finanzas, con sede en La Defensa. ¿Qué te parece? La miré y le sonreí calmosamente. Qué podía decir... Era la invitada y  me pareció muy buen proyecto. _Y para mañana, con unas amigas que he conocido durante la espera, vamos a ir a las galerías Lafayette, para que compremos   ropa decente...- agregó. Entonces, como por un llamado de los espectros que frecuentan mucho Paris, miré hacia el buque. Estaba allí. Con su mugroso traje y su cara barbuda sacudiendo  un maletín oscuro. Me pareció que gritaba. Que algo trataba de decir. Nadie miraba el buque. Toda la  tripulación estaba en las oficinas. La pasarela de embarque estaba retirada y el barco se balanceaba en las oscuras aguas como una serpiente. De pronto se escuchó el estruendo. Fue un ruido terrible. Un fogonazo. Los presentes sentimos la explosión como un estallido y nos alejamos aún más entre los gritos y las voces disonantes de la policía. No quedó nadie, decían. Yo me reservé mi comentario. De allí volvimos al hotel. Y todos nos preguntaban qué había pasado.
 Al pasar la recepción, yendo hacia los ascensores, vi que entraba en un cuarto de planta baja el mugroso, barbudo y degenerado, como un fantasma...
AMALIA LATEANO

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Published on e-Stories.org on 09/05/2011.

 
 

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