Julio Bautista Rodriguez Arias

Ca�amero


 
Su nombre era Ca�amero, naci� y se cri� en un pobre barrio intrincado en lo profundo del monte y habitado por alrededor de cincuenta personas.
 
Era hijo �nico, desde muy joven quedo hu�rfanos de padre y madre, convirti�ndose  en una persona poco conversadora, solitaria, pero muy inteligente y trabajadora.
 
Ya de hombre, se dedicaba a cultivar un pedazo de tierra que hab�a quedado como �nica herencia de sus padres y con la cual subsist�a.
 
Su choza con piso de tierra, paredes de tablas de palmas y techo de guano, permit�a cada ma�ana penetrar la luz del d�a por cada rendija, aclarando su interior al punto de no haber diferencia con el exterior.
 
Ca�amero era un hombre muy servicial, ayudaba a todos a cambio de nada. Su humildad fue interpretada err�neamente por algunos pobladores del barrio, entonces muchos comenzaron a abusar de su amabilidad.
 
Una noche, unos maleantes, al parecer con unos tragos de mas, llegaron hasta donde viv�a y prendieron fuego a su maltrecha casa, tambi�n quemaron y destruyeron parte de la cosecha con la que sobreviv�a, matando y robando la mayor�a de los animales que criaba.
 
Lejos de convertirse en una persona rebelde y aun conociendo a los autores del da�o, al otro d�a, recorri� los mismos caminos como lo hacia diariamente, levantando su mano para saludar a quienes se encontraba a su paso, incluyendo a los que lo hab�an visitado la noche anterior. A pesar de que hubo algunos comentarios sobre lo ocurrido, nadie fue capaz de rechazar la descabellada injusticia abiertamente.
 
Durante mucho tiempo Ca�amero durmi� bajo la copa de un frondoso �rbol, pasando fr�o en las madrugadas y soportando intensas lluvias. Nunca se escucho palabra alguna de su parte sobre las malas acciones en su contra, a pesar de que cuando no lograba conciliar el sue�o algunos raros pensamientos atormentaban su mente.
 
Un d�a labrando la tierra, encontr� una caja met�lica que conten�a valiosos objetos, se sorprendi� tanto que le costo mucho trabajo  creer que el hallazgo era cierto, no cab�a dudas de que la caja tenia un valor incalculable.
 
Una ma�ana recorri� durante mas de tres horas un largo camino para llegar hasta el pueblo mas cercano, all� tambi�n lo conoc�an todos los pobladores a pesar de que era mucho mas grande que su pueblo natal. Ca�amero se acerco a un famoso comerciante y canjeo una hermosa prenda por v�veres, licores y una carreta tirada por dos robustos caballos. En la carreta coloco las cajas y los sacos, llevando suficiente provisiones para los habitantes de su pueblito que al recibirlos y sin salir del asombro comenzaron a vitorear al humilde hombre.
 

 
Reparti� los alimentos casa por casa dejando doble donaci�n en aquellas donde viv�an quienes les hab�an hecho da�o, pues era un secreto a voces, que abusaban y pegaban a sus esposas cuando llegaban trasnochados y no encontraban que comer. De esta manera trataba de aliviar la penosa situaci�n de esas mujeres.
 
Era una noche donde la luna estaba ausente, cuando Ca�amero decidi� marcharse del pueblo. Aprovecho que todos dorm�an y desapareci� sin dejar rastro alguno, creando un gran misterio entre todos los vecinos.
 
A�os mas tarde, apareci� en el pueblo un elegante hombre de negocios, llevando la �nica fuente de empleo y prosperidad a la regi�n. Muchos especularon acerca de este, pero nadie reconoci� al empresario Ca�amero.
 
Construyo una escuela para los ni�os, una iglesia y otros peque�os negocios que cambiaron la vida a todos los que all� viv�an, abriendo as� las puertas a nuevos habitantes. Tambi�n fijo su nueva residencia en el lugar convirti�ndose  en el amo y se�or del pueblo.
 

 
Busco la oportunidad perfecta para reunir en el mismo lugar donde cometieron el crimen, al grupo de maleantes que lo dejo sin vivienda. Una vez all� dijo con voz firme y fuerte. Soy Ca�amero y estoy aqu� para hacer justicia. Desde el primer momento supe que fueron ustedes, los causantes del siniestro que me dejo sin hogar, quiero ser condescendiente, he aqu� el trato.
 

 
A  partir de ahora trabajaran para mi como sirvientes dom�sticos sin recibir salario alguno, su trabajo ser� remunerado solo con alimentos y art�culos de primera necesidad para sus familias, les queda  prohibido ingerir bebidas alcoh�licas o participar en actividades sociales y el �nico d�a libre que tomaran en la semana, lo pasaran en la iglesia en misa o ayudando en los quehaceres en esta. Si no aceptan ser�n denunciados y puesto bajo la disposici�n de las autoridades para que pasen el resto de sus d�as en la c�rcel.
 

 
Aceptan o no aceptan? Pregunto Ca�amero esta vez con voz mas suave.
 

 
Casi al un�sono, se escucho a todos decir, acepto se�or.
 

 
Inmediatamente, los sirvientes se incorporaron a las funciones domesticas designadas hasta entonces para mujeres, aprendiendo a cocinar, lavar y realizar los dem�s quehaceres del hogar.
 

Desde entonces los habitantes y visitantes del pueblo curioseaban a los encargados dom�sticos y no dejaban de hacer comentarios cuando cada d�a sal�an a hacer las compras o a limpiar los alrededores de la casa.
 

 
Obligados a saludar cordialmente a todos los transe�ntes, los humillados hombres inspiraron a todo un pueblo a hacer chistes y redactar historias sobre ellos, atrayendo  visitantes de regiones cercanas interesados en conocer a los sustitutos de las f�minas y sacando al humilde pueblo del anonimato.
 

All rights belong to its author. It was published on e-Stories.org by demand of Julio Bautista Rodriguez Arias.
Published on e-Stories.org on 09/29/2013.

 
 

Comments of our readers (0)


Your opinion:

Our authors and e-Stories.org would like to hear your opinion! But you should comment the Poem/Story and not insult our authors personally!

Please choose

Previous title Next title

More from this category "General" (Short Stories in spanish)

Other works from Julio Bautista Rodriguez Arias

Did you like it?
Please have a look at:


El niño, el crucifijo y el tendero - Julio Bautista Rodriguez Arias (General)
Pushing It - William Vaudrain (General)
Heaven and Hell - Rainer Tiemann (Humour)