—Hoy estoy de aniversario. Mi primer año escribiendo relatos y para variar voy a hacer algo distinto. Hoy descanso de fantasías, sueños y finales sorpresa.
—Bueno y ¿qué te cuentas? ¡Sí, tú! No pongas esa cara. ¿No esperarás que sea yo siempre el que te entretenga? ¡La imaginación tiene un límite! Necesita descansar también para volver con más fuerza. ¡Que estás muy cómodo en tu sillón mullido o tirado a la bartola, con tu móvil, tablet, pc, iMac, iPhone, portátil... ¿Me dejo algo?
—Ajá..., qué bien. ¿Y estaba fría el agua? Yo estuve hace muchos años por esas playas de Arosa y apenas duré unos segundos dentro del agua. Casi se me hacen cubitos los cataplines. Me gustó mucho la arena tan blanca y el entorno con los árboles junto a la playa.
— ¿Si? No veas. Si es que esta mierda de virus no respeta nada. Ya ni podemos disfrutar de la playa con tranquilidad. Aquí en Málaga también van todos con mascarillas por la orilla. La verdad es que está siendo un verano de lo más raro. Sin fiestas, guiris ni balconing. Bueno, fiestas sí que hacen, clandestinas, y luego pasa lo que pasa. Es que esta juventud piensa con las hormonas. Las neuronas las tienen aún en pañales.
—Ah, ¿que eres joven? Mmm, bueno, siempre hay excepciones. Ahora que me fijo, se te ve muy centrad@. No es justo meter a todos en el mismo saco. ¿No te habré ofendido?
—Bueno, ok. ¿Y cómo llevas eso de llevar la mascarilla a todas horas?
—¿Pero qué me estás contando? ¿En serio? ¿Que te pusieron una multa por llevar la mascarilla en la barbilla? ¡Hasta dónde vamos a llegar! Ya no puede uno ni respirar libremente. La próxima vez les dices que te acabas de levantar de tomar algo, que no te ha dado tiempo a colocártela bien. Menos mal que en las terrazas el virus nos respeta, aunque sea rodeados por una multitud. Debe ser que es alérgico a las tapas, cervezas y menús a ocho euros.
—El otro día estuve en un centro comercial y me acerqué a un puesto de esos que colocan en medio del pasillo, donde los vendedores te abordan sin piedad. Vendían mascarillas de diseño y había de colores lisos también. ¡Diez pavos! Un trozo de tela, muy vistosas esos sí, y con todas las garantías de control de calidad y seguridad CE. Bueno, creo recordar que tenían el sello CƎ, que los chinos son muy listos para estas cosas y te la meten doblada, sin contemplaciones.
—¡Pero qué dices! ¿Que tú lavas las mascarillas quirúrgicas?
—Ahhh, las remojas un poco en agua tibia y lejía. Vale, vale ¡Eso es otra cosa! Es que en la lavadora se desintegrarían. ¿Y siguen protegiendo igual?
—Ok, lo probaré. Entonces la “prueba del algodón” es soplar una vela con la mascarilla puesta. Si no logro apagarla es que aún sirve de protección, ¿no? ¿Y eso lo viste en un video de YouTube? Si es que lo que no pongan ahí, hay que sospechar que no existe.
—Yo tiré hace poco una. ¿Sabes lo que tienen para que se ajusten a la nariz? Un alambrillo de esos plastificados que se doblan muy fácil y se utilizan para sujetar los cables. La verdad es que es un material barato, pero terminan perforando la tela si pliegas la mascarilla en exceso, al guardarla. Lo que me he dado cuenta es de que, cuando estás sudoroso, no deja pasar el aire. Se ve que se humedece por dentro y más que un filtro parece una mordaza. Vamos, que como te pille una pareja de policía vigilando cerca, te puede dar un “patatús” si evitas quitártela por la multa.
—Ja, ja, ja. ¡Sí, es verdad! Esos protectores de plástico, parece que estés ante un antidisturbios o un fumigador. Al menos te lo puedes fabricar tú mismo con cualquier botella de plástico y lavarlo sin problemas todas las veces que quieras. Con esto de las mascarillas hay quien se está forrando. Si es que todo es negocio. Hay que adaptarse a las circunstancias y levantar el país, aunque sea a golpe de mascarilla.
—Lo que va a ser un desastre son las clases de los niños y la universidad. Los universitarios, por la cuenta que les trae, deben ser responsables en las aulas. También pueden seguir las clases online, pero los niños... En fin, ya falta poco para que salgamos de la incertidumbre. Siempre nos quedará la vacuna “Smirnoff” ja, ja. La más precoz y confiable. Si le funcionó a la hija de Putin… claro que allí están más acostumbrados a los efluvios vaporosos.
—¿Que tu familia es de allí? Ejem, vaya. Esto… Era broma. No te lo tomes a mal. Ya sabes. Uno, que se engancha a los memes que le sacan punta a todo. Creo que ese humor se convertirá en una de las grandes adicciones del siglo XXI, ¿no crees?
—Bueno, cambiando de tema. Me estoy comiendo unos triangulitos de queso Payoyo, que están de muerte. ¿Lo conoces?
—¿Qué no? Tienes que probarlo. El aroma a cabra te inunda las fosas nasales y te transporta a la Sierra de Grazalema, donde se crían esas “cabronas”. Es un recreo para el paladar. Tiene una textura tan suave y entra tan bien con un vaso de vino tinto... Si lo acompañas con un poco de jamón, no te digo ná. Es que no sé cómo expresarlo. Beee, beee... Uy, ¿qué me pasa? Perdón, me he sugestionado un poco.
—Como autor, puedo ver las estadísticas de mis relatos en la web. Te voy a decir los más leídos, por si tienes curiosidad y no los has visto aún: La llamada de teléfono, La Biblioteca, La hormiga y la cigarra, Instagram, Habitación 202, La casa de los furtivos, La escalera mágica, La abuela, La enfermera, WhatsApp, Mensaje en una botella, El libro… A mí no me parecen mejores unos que otros. Quizás sea la idea, que tenga más gancho. El relato La puerta, cuenta una historia muy similar a lo que será mi primera novela. Llevará otro título y quizás lo convierta en una serie porque da mucho juego.
—Hace poco publiqué algunos de esos relatos en un libro electrónico y de tapa, en una tienda online de cuyo nombre no voy a acordarme, pero que es muy conocida por su enorme biblioteca de ebooks y su gran volumen de ventas de todo tipo de productos. Tiene por título “Relatos”. Más adelante publicaré una segunda parte con más historias de esta web.
—Si quieres dejar algún comentario en los relatos que lees, no dudes en hacerlo. Es una forma de tener un feedback. Incluso puedes sugerirme un tema que te interese. Estoy abierto a ideas.
—Hasta el próximo sábado.
Gracias por leerme.
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Published on e-Stories.org on 08/22/2020.
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