Juan Miguel y Berta estaban locos de contentos viviendo en su añorada parcela a las afueras de la capital.
Precisamente el elemento naturaleza, estanque, caballos, el cuarteto formado de fieles y bravos perros, frutales, acequias y arboledas enmarcadas por aquellos cerrillos frente a la gran cordillera eran su gran meta alcanzada: Vivir sanos, en el campo.
El Pirula, era un trabajador contratado para labores diversas en su parcela. Era alto, su cuerpo se asemejaba a las ramas fuertes de los árboles, era enjuto, vital y su piel brillaba bajo el sol. Solía protegerse de éste con su pañuelo de batista, formando un círculo bien ceñido a su mollera al anudar cada una de sus esquinas; muy práctico.
A pesar de la vida ideal en aquel lugar, Juan Miguel comenzó a albergar pensamientos que se somatizaron en su cuerpo y se fue quebrantando hasta enfermar. Berta, su amante esposa, como Técnico Laborante, conocía médicos y clínicas a las que asistieron buscando una diagnosis acertadas, algún tratamiento que manifestara sus beneficios, una sanación.
Durante este proceso, recibió el Pirula la orden de talar el sauce llorón que habitaba aquel estanque desde antaño, su grueso tronco delataba que él estaba allí antes que Berta y Juan Miguel.
Este peón intuía lo fatuo de esta empresa, pues el árbol no era responsable del aquejado estado de Juan Miguel. "Los médicos especialistas, sospechan que el sauce produce el asma en mi marido" argumentó Berta.
"Primero estaba el árbol en este campo, junto al estanque. El patrón vino más tarde a vivir pa`cá" se repetía para su adentro.
Con desagrado y pena tomó su hacha y se dispuso a despedazar, trozo a trozo aquella protectora y vital corteza, llegando a su carne blanca y olorosa, lo que empeoraba su tarea pues él sabía que le estaba haciendo daño a este ser vivo e inocente. Su obediencia forzada ante las órdenes recibidas, se transformaron en rabia la que le dio más fuerza para golpear contra el tronco a fin de terminar de una vez con aquel martirio. Ya no hubo más sombra húmeda, vital y perfumada al borde de aquel estanque; el sol y calor del verano evaporaron el agua y el estanque se consumió.
A los cinco años de este episodio, Juan Miguel moría en una clínica, moderna y lujosa en la capital. Sus pensamientos fueron generando raíces y ramas que se extendieron en su cuerpo.
Hay amores que matan, que no le permiten respirar al otro. Reconocer esta situación exige mucha valentía por parte de los amantes. Si el miedo domina a ambos, se salen de por la tangente y el resultado es talar un árbol.
Fin
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Published on e-Stories.org on 11/03/2024.
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