Octubre Otoņo

Las Navidades sin papá

Era el 24 de diciembre de 1970. Juan Miguel salió con su perro regalón por el camino de tierra, disfrutando del sol y el azul del cielo.

Durante su paseo, sufrió un infarto cardíaco, se desplomó y su perro ladraba junto a él en aquel tramo del camino. Pronto acudieron vecinos y al reconocer al patrón Don Miguel, apuraron carretillas, probaron cómo llevarlo hasta su casa que estaba bien a unos 800 metros de distancia. Como pudieron, entre todos, lo pusieron en una de ellas, otra persona le apoyaba su cabeza, a los costados le tomaban sus manos caídas. 

Con gran sorpresa, Berta recibió este alarmado comité y lograron depositar al marido infartado sobre su cama. Los campesinos regresaron a sus labores y vidas, Berta pidió una ambulancia desde la clínica Santa María en Santiago. 

Durante la espera, ella aplicó ampollas sobre el pecho de su adolorido y amado esposo.

Apareció la niña de 9 años preguntando por su papá, quería saber qué sucedía, pues esta escena era desconocida para ella. 

Afuera brillaba el sol del mediodía y se percibía la temperatura agradable de un verano joven, lleno de vida. En aquella habitación la niebla temblorosa que emana el miedo y la incertidumbre empapó a aquella pequeña familia. 

Aquella hija, niña, quien lo amaba con fervor,  atisbaba lo indefenso y sensible del estado de aquel padre quien para ella, hasta un momento anterior, le parecía  un roble alto y fuerte.
Todo se había transformado. Las Navidades se esfumaron. Nada era relevante, sólo el silencio, las miradas y la angustiosa espera por el arribo  de aquella ansiada ambulancia. 

Un sentimiento profundo le permitió a esta hija, acercase con sumo cuidado a su padre. Lo hizo subiendo a la cama de su madre, recostando su cabecita a la altura desde donde tenía la de su padre cerca; en un momento éste giró su rostro hacia ella, lágrimas rodaron de sus ojos oscuros, inundados de un mar de angustia. La pregunta de su hija:"¿Papito, qué te pasa?", quedó atrapada por aquel imperante silencio. Ella lo comprendió y guardó como un tesoro aquella mirada y las lágrimas de su padre. 

Algo la hacía intuir que éste era el momento de la despedida de su amado Juan Miguel, del roble, del hombre amable, cariñoso quién la llevaba de la mano de paseo, quién estaba feliz y contento de tenerla como su hija. 

LLegó la ambulancia, Berta lo acompañó, la hija se quedó con la empleada doméstica en casa.

El árbol de Navidad a medio decorar en la sala, todo este escenario quedó borroso y descolorido pues éstas luminarias se las llevó Juan Miguel en la ambulancia. Los perros ya se sentían sin amo, andaban con la cola entre las patas. El silencio se adueñó de cada habitación, de los jardines y plantaciones, del cielo y la cordillera. 

Juan Miguel transcendió sin volver a casa; todas las alegrías, confianzas, los colores, perfumes y hasta el aire le acompañaron.

Su viuda e hija, despojadas de todo,  aprendieron a vivir sin aire. 

Fin

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Published on e-Stories.org on 11/10/2024.

 
 

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